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El trágico final de un imperio, que en otras épocas tuvo un gran esplendor

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Por: Ramón Revi

El emperador se encuentra abrumado por los actos de corrupción en su imperio, sus altos niveles de popularidad son añoranzas del pasado, lo que calla o dice genera disgusto en los ciudadanos; si algo está de moda, es el rechazo a su desgastada figura.

Ante el fracaso de perpetuarse en el poder, con su intentona de cambiar de César a Dictador; se apodera de él la paranoia. Lo asalta el desasosiego y la emprende contra quien le ayudó en su ascenso. Desconfía hasta de su sombra, a lo que no escapan sus familiares, amigos, ni colaboradores más cercanos. En una acción desesperada decide nombrar a un sucesor, pero últimamente ninguna de sus argucias le han favorecido; su elección ha sido nefasta.

Los “Grades Sabios de la Cúpula Palaciega” deliberan en secreto; a espaldas del César. Le advirtieron con tiempo de su error, exigen sustituir al sucesor designado, debido  a su impopularidad e incompetencia.

Al Emperador le arropa el miedo, cualquiera es un posible enemigo. El mismo miedo que invade a sus íntimos colaboradores. El más lúgubre y siniestro personaje del imperio -el Ministro de Palacio- anda suelto. Tiene carta blanca. Ninguna cabeza está segura sobre sus hombros. El imperio navega en un mar de intrigas y bajos instintos. Los emisarios del César, inician las persecuciones; el Ministro  de la sombra disfruta al ver rodar cabezas.

Sin embargo, extrañamente,  el eficaz método del terror no está surtiendo los efectos deseados.

Atribulado, acorralado por los hechos, el Emperador reúne a su Corte, se levanta de su silla imperial y exclama: ¡Si es que alguno de ustedes no ha entendido todavía lo que está en juego en mayo, Yo se lo voy a recordar!

¡EL PODER Y NUESTRA LIBERTAD!  ¡CARAJO!

Nota:Cualquier similitud con la situación que vive la Cúpula del PLD, es pura coincidencia.

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