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Cuando el sol se esté apagando

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Cuando el sol se esté apagando, los días grises y fríos del otoño me devuelven un pasado con sabor a dolor, amargura, tristeza… Me invitan a mirar hacia atrás y en la lejanía de un extraño horizonte, sólo encuentro trizas de la desmedrada página en que se escribió tu historia.

¡Qué triste es saber que al final del camino, la soledad le acompaña! ¡Qué doloroso es pensar que sus maletas van repletas de apellidos llantos! ¿Cómo se apagó su luz? ¿Cuándo, dónde y por qué erró de tal manera que no tuvo espacio para rectificar? ¿Cuándo se le terminó el tiempo? ¿Quién le convenció de lo peor y le hizo olvidar que el mundo es hermoso a pesar de todo?

Cuando el sol se esté apagando, con nostalgia miraré al horizonte y sólo veré su silueta que se confunde entre la lejanía y la penumbra de una oscura noche que se acerca y que indiscutiblemente la borrará para siempre.

Triste y escuálida te vi partir, sentí tu lejanía, más nada hice para detenerte, porque sabía que era largo y no menos agónico e incierto un sendero repleto de desesperanzas.

Las cargas negativas que acumuló en su corazón necesitaba echarlas en el silencio y la soledad, allá, donde sus llantos nadie pueda oír.

Los días grises y fríos del otoño, me devuelven un pasado con sabor a dolor, amargura y tristeza. Su partida me trae la paz, su lejanía me inspira quietud, la ausencia de su ira me fortalece y me enseñó a olvidar en una distancia donde sus vibraciones negativas no me alcancen.

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