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‘Tengo doce años sufriendo por un cáncer que nunca tuve’

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Belkis, una lectora listín llamó para decir: “Les tengo una historia”, no fue posible siquiera imaginar de qué se trataba. “Conozco a alguien que tiene una experiencia muy penosa. Hablaré con ella y te aviso”. A la semana volvió a comunicarse, y esta vez, no solo para decir que su amiga fue víctima de un diagnóstico equivocado, sino para poner fecha a la entrevista.

‘Tengo 12 años sufriendo por un cáncer que nunca tuve’. La historia de la dueña de este relato comenzó cuando sin saber por qué, se cansaba, le daba mucha tos y de la nada, empezó a perder peso. “Fui al médico, me mandó hacer las analíticas de lugar. Me hice todo, y en la mayoría, los valores estaban sin alteración. Me puso un tratamiento, y al parecer mejoré”. Al menos eso creía ella, porque ya habían disminuido las molestias.

Pero nada qué ver. Aun siguiendo el tratamiento al pie de la letra, todo continuaba. “Es más, después estaba peor. Volví al médico y me refirió a un neumólogo. Este me mandó hacer varias pruebas, tomografías y de todo lo que usted se pueda imaginar.

Me hicieron todo, y como es normal, una gastadera de dinero de una vez, porque aquí hasta un pellizco sale caro”. Toma un poco de agua, de un hermoso vaso verde que la acompañó durante toda la entrevista. “Desde que fui víctima de ese error médico, he tenido que cuidarme mucho para poder estar vida”, dice al percatarse de que llamaba la atención las tantas veces que bebía su agüita.

Prosigue. “Ya con todos los resultados, voy de nuevo donde el médico. Yo andaba con mi esposo y mi hija. Su cara decía que algo no andaba bien. Así fue. Nos explicó su sospecha, y nos refirió a un oncólogo”. Sus ojos se llenan de lágrimas de sólo recordar el impacto de aquella noticia. Aunque han pasado 12 años de la amarga experiencia: “Lo siento como si fuera ahora mismo”.

Para ella, el mundo se derrumbó con un posible diagnóstico que no sólo la atemorizaba, sino que la preocupaba por los recursos económicos que amerita hacer frente a un cáncer, sobre todo, en este país. “Cuando esa misma tarde, fuimos al especialista sugerido, éste me mandó hacer otra tomografía, y pidió que le mandaran los resultados con urgencia. Al día siguiente me la hicieron y él confirmó lo que se temía: cáncer de pulmón”. Llora, y su nieto de 13 años la consuela pasando sus manos por su canoso cabello.

Comenzó un tratamiento de quimio y radioterapia de inmediato. “Pero antes de hablarles de esto, les voy a decir ahora lo que tenía, y luego sigo explicando con lujo de detalles, porque sé que ustedes están curiosos ya por saber lo que en realidad yo padecía”. Sonríe, se acomoda en su asiento y dice: “Estaba tan mal con las secuelas de esas terapias, que hubo que sacarme del país. Cuando en Estados Unidos, finalmente me hicieron todas las pruebas, la doctora, nos hizo como cien preguntas, y después de más de dos horas en el consultorio nos informó que yo nunca había tenido cáncer, que lo que tenía era sarcoidosis”. En esta ocasión llora, pero un llanto que deja ver su alegría y su frustración al mismo tiempo por ser víctima de un diagnóstico equivocado.

A la protagonista de esta historia le dieron quimio y radioterapia tras “detectarle” un cáncer de pulmón, cuando en realidad lo que tenía era una enfermedad llamada sarcoidosis, que se caracteriza por el crecimiento de pequeñas acumulaciones de células inflamatorias que pueden aparecer en diferentes órganos del cuerpo. “Ahora hasta por un dolorcito de cabeza, voy a más de un médico”

En lo que la protagonista de esta historia se recupera, y pasa al baño a lavarse la cara, se recurrió a Google a buscar qué es la sarcoidosis que ella padecía en vez de cáncer de pulmón. Según lo encontrado, se trata de una enfermedad caracterizada por el crecimiento de pequeñas acumulaciones de células inflamatorias (granulomas) en cualquier parte del cuerpo, más comúnmente en los pulmones y en los ganglios linfáticos. Ésta, también puede afectar los ojos, la piel, el corazón y otros órganos.

La señora regresó de su pausa. Esta vez viene más relajada, y pide a otra persona que, por favor, prepare un café. “Esa enfermedad es algo extraña, se consultará a un especialista para que le dé su parecer a listín diario”. Eso se le dijo, siempre respetando su relato y haciéndole saber que se confiaba cien por ciento en lo contado.

“Es bueno que se documenten, aunque ahora mismo ya es difícil que esto suceda en país, pues hay muy buenos y capacitados especialistas y novedosos equipos, aunque igual, todo puede pasar porque ellos son seres humanos. Yo misma quedé que, hasta por un dolorcito de cabeza voy hasta a dos médicos”. Se ríe de lo que puede entenderse como una exageración, pero que en su caso, es una técnica de prevención.

Retoma el tema del tratamiento a seguir luego del funesto diagnóstico. Fue de inmediato que lo comenzó. Había que actuar rápido para que el “cáncer” no hiciera “metástasis”. La combinación de quimio y radioterapia era lo que mandaba el “problema”. “Comenzamos sin pensar que en el camino se podían acabar los recursos que teníamos. Porque aunque mi esposo y yo trabajábamos, y mis dos hijas también, no contábamos con tanto dinero como para cubrir los gastos”. Al decir esto, aprieta los labios y mueve la cabeza evidenciando la decepción que todo esto le causó.

Después de iniciado el proceso para vencer el “cáncer”, que nunca tuvo, se deterioró tanto que su familia se vio obligada a sacarla del país. “Ahí es que se junta mi esposo con nuestras dos hijas, con su familia y con la mía. Corría el riesgo de morir si seguía recibiendo el tratamiento porque ya no lo aguantaba y, como supuestamente estaba enferma, también podía perder la vida si lo dejaba. Era algo desastroso”. Contar esta parte la traslada a aquellos días y vuelve a llorar.

Un sobrino suyo, con muy buena posición económica y que reside en Estados Unidos, se hace cargo del caso y arregla todo para llevarla hasta allá. “Llegó el momento de irnos después de un largo papeleo allá y aquí. Llegué malísima y tuvieron que esperar que me recuperara un poco para hacerme nuevas pruebas”. No tenía fuerzas ya para seguir luchando. “Porque ese tipo de enfermedad que yo supuestamente tenía es avasalladora”. Respira y bota el aire para no mostrar la rabia que esto le provoca.

Lo que le dijeron en EE.UU. Recuerden que ella quedó en ofrecer con lujo de detalles lo que le informaron en el centro médico donde fue revertido su diagnóstico de cáncer. “No imaginan la alegría que nos dio esa noticia a mí, a una de mis hijas que me acompañaba y a mi sobrino, el que como les dije, costeó todo, y luego, por supuesto, a toda la familia. El caso es que me sometieron a un pet scan, me hicieron análisis, me hicieron de todo, y efectivamente, nunca tuve cáncer. Fue una confusión que casi acaba conmigo”. Se pone melancólica, pero se aguanta.

Mientras sirve el café, muy rico por cierto, continúa contando: “Algo que me gustó fue que la doctora nunca habló mal del especialista que se equivocó, dijo que eso le pasa a cualquiera, porque hay una gran similitud en las formaciones de los granulomas y en aquel momento no había tanta modernidad”. Eso sí, aunque se sintió bien por la diplomacia de la experta, no dejó de comentar que, en Estados Unidos, esos errores se pagan con creces. “Bueno, de hecho hay abogados de negligencias médicas que se especializan en estos casos, pero en nuestro país, no creo que eso proceda”. A los médicos que la atendieron aquí, sólo les contaron que aunque ella pudo salvar la vida, no logró recuperar sus ahorros.

Como la sarcoidosis pulmonar sin tratar puede causar la formación de cicatrices permanentes en los pulmones, éstas desaparecieron, al parecer con el fuerte tratamiento, cuando pudo haberse curado con algo más simple.

María Nicida Beltré explicó a listín diario un poco respecto al caso. “En ocasiones los ganglios sarcoidosis pueden crecer mucho y por imágenes sospecharse, por eso es tan importante hacer la biopsia y patología para el diagnóstico”.

La especialista dice que la diferencia entre un cáncer de pulmón, linfoma y sarcoidosis la dará una buena biopsia y un buen análisis citológico realizado por un buen patólogo. De esto dependera: 1- el diagnóstico, 2- el tratamiento y 3- el pronóstico.

“Cada patología es muy diferente una de otra en esos tres aspectos. Un error diagnóstico en el análisis del patólogo puede dar al traste con un mal tratamiento, mal pronóstico y en ocasiones complicaciones físicas y emocionales del paciente y en caso extremo hasta con la vida del paciente”.

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