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¡Hoy amaneció lloviendo en el pequeño estado de Connecticut!

¡Hoy amaneció lloviendo en el pequeño estado de Connecticut! Ante un agonizante enero que se esfuma en la ficticia percepción del bullicioso trajinar del día a día y la prisa de la gente que ni siquiera pueden mirar que, ¡Hoy amaneció lloviendo en el pequeño estado de Connecticut! 
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¡Hoy amaneció lloviendo en el pequeño estado de Connecticut! Detrás del ventanal de cristal se ve romántico, melancólico y precioso; tan precioso como intocable, bajo una temperatura gélida, inaccesible para la fragilidad humana, tan preciosa, pero intocable como la majestuosidad del sol, que si te acercas te quemas y si lo miras fijo te deslumbras.

¡Hoy amaneció lloviendo en el pequeño estado de Connecticut! La sombrilla cayó en el pavimento, su imponente colorido no impidió que se desplegara con gracia para protegerse de las gotas que caen del cielo. El sonido constante de la lluvia crea una melodía relajante mientras la sombrilla hubiera proporcionado un refugio acogedor a un dueño que ya no está. Las gotas de lluvia danzan en el aire, y la luz tenue resalta la escena, creando un ambiente tranquilo y sereno como el silencio que precede a la vida.

¡Hoy amaneció lloviendo en el pequeño estado de Connecticut! Ante un agonizante enero que se esfuma en la ficticia percepción del bullicioso trajinar del día a día y la prisa de la gente que ni siquiera pueden mirar que, ¡Hoy amaneció lloviendo en el pequeño estado de Connecticut!

Me pregunto si me he volado un intérvalo del espacio-tiempo o acaso me he autoengañado al mirar las aguas que han corrido bajo los puentes desde aquella mañana que sorprendí a todos con un estruendoso grito anunciando que había arribado a este mundo cruel. Porque al mirar atrás, solo siento la nostalgia de entrañables amigos que partieron uno detrás del otro por ese sendero misterioso y lleno de preguntas sin respuestas, en el que cada quien debe recorrerlo solo: Benito De La Cruz, Daniel Cabrera, José Veras, Ángel Cabrera, Freddy Frías, Ramón Al brinco, Manuel Cabrera y…Ramón Belleya, el último en partir, murió aferrado a su guitarra, murió como vivió, simplemente cantando, cantando al amor, cantando a la vida, desprendido de todo!

¡Hoy amaneció lloviendo en el pequeño estado de Connecticut! Y yo…yo, voy a brindar por cada uno de ellos con un selecto trago de Brandy de Jerez acabado en una Sherry Casks…como en los viejos tiempos amigos, aquellos tiempos de la ruta maldita, la máquina y el medio pollo. ¡Salud!

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