Liberan a dominicano con residencia detenido por ICE en Newark tras decisión judicial

Nueva York.- El 5 de agosto de 2025, en el Aeropuerto Internacional de Newark, Nueva Jersey, la vida de Heury Secundino Gómez Grullón cambió en cuestión de segundos. Agentes de Inmigración y Control de Aduanas lo interceptaron apenas cruzo el área de inspección federal, sin mayor explicación y notificándole que enfrentaba un proceso de deportación por infracciones menores ocurridas años atrás. Era el inicio de una odisea, de una pesadilla que lo separaría de su hijo Noah, un joven con discapacidad severa que depende exclusivamente de él.
Desde ese momento, Heury fue traslado al North Lake Processing Center (anteriormente North Lake Correctional Facility) en Baldwin, Michigan, a cientos de millas de su familia. Su arresto era aparentemente un caso más del sistema migratorio. Sin embargo, la historia tomó un giro inesperado cuando El Faro Latino publicó en exclusiva la noticia, convirtiéndolo en uno de los casos más comentados en la diáspora dominicana en Estados Unidos. La publicación se viralizó, rompiendo los propios Records internos de las más leídas del periódico y fue replicada por medios de la diáspora, nacionales y dominicanos, ganando una ola de apoyo comunitario y mediático.
- Archive photo: Heury Secundino Gómez Grullón with his son Noah.
Mientras tanto, su hijo Noah permanecía en un hospital especializado. El padre desde la detención, solo podía verlo a veces a través de videollamadas. Relata que algunas veces el joven se reía al verlo, pero, otras veces se quedaba en silencio, como si algo le faltara. La incertidumbre por su futuro lo consumía. Su salud emocional también se quebró. Llegó a perder cabello por el estrés. Y aunque su familia mantenía el contacto regular con el niño, la ausencia del padre era un golpe profundo.
Dentro del centro de detención, Heury vivió episodios que marcaron su memoria. Describe abusos cometidos por convictos federales alojados junto a detenidos civiles, un sistema que mezcla personas con condenas largas junto a quienes no han cometido crimen alguno. Narra escenas de violencia física extrema, golpes dentro de las celdas y supervisores que llegaban cuando ya las evidencias habían sido removidas. Él mismo evitaba conflictos para no poner en riesgo la única alternativa de volver con su hijo y familiares.
El momento decisivo llegó en la sala de audiencias de Detroit, donde el juez Ian Simons debía determinar su futuro. Inicialmente, el magistrado determinó que Heury era removible bajo la sección 212 de la Ley de Inmigración y Nacionalidad, debido a las faltas pasadas ya saldadas en la justicia estatal de Nueva York.
Pero la historia no terminó ahí. Tras escuchar el testimonio, revisar su historial laboral y evaluar sus dos décadas de vida en Estados Unidos, el juez también tomó en cuenta un elemento determinante; como el rol de Heury como padre custodio legal de un joven con discapacidad severa, amparado previamente por una sentencia del tribunal de familia del Bronx.
Cuando el juez reconoció que aquel incidente que enfrentó en 2015 había sido un error aislado, que nunca se repitió, y que desde 2005 Heury había vivido sin cometer delitos violentos, construyendo con trabajo e impuestos; algo cambió en la sala. Heury recuerda el momento en que escuchó la decisión final. Sus ojos se llenaron de lágrimas al comprender que podría regresar con su hijo. Contó que no podía imaginar la vida del joven sin su presencia.
El 12 de noviembre de 2025, el juez Ian Simons otorgó oficialmente la cancelación de Deportación 42ª para Residentes Permanentes, dejando sin efecto la deportación y devolviéndole la estabilidad migratoria a Heury. La corte reconoció formalmente su derecho a permanecer en Estados Unidos, un fallo que cambió el rumo del caso y que quedó registrado en el documento judicial emitido tras la audiencia, al que El Faro Latino tuvo acceso.
La noticia de su liberación generó alivio en su familia, en la comunidad que lo apoyó y en el propio Heury, quien atribuye su vitoria al impacto mediático y comunitario que rodeó su caso. Expresó que cuando vio la publicación de El Faro Latino, sintió esperanza por primera vez dentro del centro de detención. Mostraba la noticia a otros detenidos, quienes le decían que aquello podría ayudarlo a salir. Él mismo reconoce que ese respaldo público fue un elemento clave en su liberación.
Hoy, tras recuperar su libertad, espera reunirse con su hijo Noah el fin de semana. Heury mira el futro co una mezcla de gratitud y advertencia. Asegura que la comunidad inmigrante está viviendo momentos muy difíciles y pide a las familias latinas que inicien cuanto antes su proceso de ciudadanía para evitar situaciones como la suya. Dice que quienes tienen faltas menores antiguas deben buscar orientación legal antes de salir del país y no dar por sentado que sus derechos como residentes permanentes están protegidos.
Finalmente, hace un llamado directo a los legisladores y autoridades migratorias. Considera urgente poner fin a la práctica de alojar a detenidos civiles en las mismas áreas donde se encuentran convictos federales con largas condenas. Lo considera inhumano y peligroso para quienes como él, conservan la esperanza de regresar con sus familiares.
La liberación de Heury no es solo el cierre de un expediente. Es la historia de un padre que resistió a un sistema que casi lo separa de su hijo. Un caso que recuerda a la comunidad inmigrante la fragilidad de sus derechos cuando la ley se aplica sin matices. Y es, sobre todo, un testimonio de cómo la visibilidad, la solidaridad, la lucha y el trabajo periodístico oportuno pueden cambiar el destino de una familia.





















