Ucrania y Rusia en el punto ciego de la paz ante una propuesta frágil para un acuerdo

Nueva York.- El debate sobre un posible acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia volvió a encenderse tras la presentación del llamado plan de veintiocho puntos respaldado por el gobierno de Estados Unidos. El documento, que circuló en noviembre de 2025, pretende servir como marco negociador para detener una guerra que ha dejado millones de desplazados, un país devastado y un equilibrio geopolítico roto en Europa del Este.
Aunque el presidente ruso Vladimir Putin afirmó que el plan podría ser una base de conversación futura, el escenario real sigue siendo incierto. Las posiciones públicas de Moscú y Kyiv continúan alejadas. El Kremlin insiste en que cualquier acuerdo debe incluir la renuncia de Ucrania a ciertos territorios ocupados y a otros que Rusia reclama, además de la salida definitiva de Ucrania del camino hacia la OTAN. El gobierno ucraniano rechaza esas exigencias por considerarlas incompatibles con su soberanía nacional y con el principio de integridad territorial reconocido por el derecho internacional.
Este tira y afloja mantiene al proceso en un estado de parálisis. A pesar de las declaraciones diplomáticas, los combates continúan en el frente, y las bajas siguen acumulándose. En muchos territorios, los ataques no han disminuido y los avances militares se miden por metros y no por kilómetros, un signo de desgaste que no se traduce automáticamente en negociaciones viables.
Estados Unidos y varios aliados europeos han buscado, según fuentes diplomáticas, presentar garantías de seguridad a Ucrania que hagan posible una tregua verificable. Sin embargo, especialistas consultados coinciden en que varios aspectos del plan de paz son difíciles de implementar. Entre ellos destacan la supervisión internacional, las limitaciones militares para ambas partes y las definiciones sobre fronteras y administración de territorios disputados. En el terreno político interno, ni en Rusia ni en Ucrania existe consenso estable que facilite concesiones profundas.
El escenario más realista que mencionan analistas internacionales no es un acuerdo integral de paz, sino un alto al fuego temporal que detenga la escalada y permita una negociación más lenta. Un pacto así requeriría compromisos que cada lado considera dolorosos. En el caso de Ucrania, aceptar concesiones territoriales sería una derrota histórica, aunque algunos diplomáticos admiten que podría verse como un mal menor si se logra detener el derramamiento de sangre. Para Rusia, detener la guerra sin garantías claras de influencia podría interpretarse como una retirada estratégica.
Existe también la posibilidad de que el conflicto se mantenga sin resolución, como una guerra congelada. Sería un escenario que ya se ha visto en Georgia, Moldavia y el propio Donbás antes de 2022. Este tipo de conflictos prolongados genera desgaste económico, bloquea inversiones y convierte regiones enteras en zonas de tensión permanente.
Las señales diplomáticas indican que ni Moscú ni Kyiv están listos para ceder lo que el otro exige. La comunidad internacional presiona, pero sin una voluntad política firme de ambos gobiernos, la paz sigue siendo un horizonte lejano.
Mientras tanto, la población civil continúa pagando el costo. Ciudades destruidas, familias divididas y un continente que vive una sensación de incertidumbre creciente recuerdan que la guerra, más allá de las estrategias y los comunicados, es una tragedia humana diaria.
El acuerdo de paz es posible, pero frágil. Lo impiden las condiciones irreconciliables, la desconfianza acumulada y la realidad militar en el terreno. El futuro dependerá de cuánto desgaste político y económico puedan soportar ambos países y de cuánta presión decidan ejercer las potencias que participan indirectamente en el conflicto. Hoy, la paz no está descartada, pero tampoco está cerca.


















