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El New York Times resalta historia de dominicana ex recepcionista de Columbia muerta por coronavirus

"Ella podía romper instantáneamente el cinismo y la actitud defensiva", dijo el doctor  Donohue en la entrevista.
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NUEVA YORK._ El periódico The New York Times, resaltó la historia como inmigrante exitosa de la dominicana Lourdes Luzaida Rivera, quien trabajó por más de tres décadas en la exclusiva escuela secundaria “Grammar & Preperatory School”  de la Universidad de Columbia y murió el 20 de enero por Coronavirus en un hospital de Manhattan.

Ella era hermana del reputado músico saxofonista Mario Rivera que también murió en Nueva York el 10 de agosto de 2007.

El Times incluyó la reseña de la señora Rivera, quien nació el 2 de enero de 1953 en Santo Domingo, República Dominicana, en su sección de obituarios en los que publica las historias de docenas de neoyorquinos y migrantes que mueren por COVID-19.

Tenía 68 años de edad.

La difunta era hija de los señores Pedro Rivera y Rosa de los Santos, siendo la sexta de nueve hijos procreados por la pareja.

Emigró a Nueva York en 1960 junto a su familia, época en la que los pioneros dominicanos de la inmigración a Estados Unidos despegaron después del decapitamiento del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina.

Residía a pocas cuadras de la escuela, donde era muy querida por todos los estudiantes, profesores y personal administrativo.

Su padre se hizo de una bodega con cuyo trabajo de casi 20 horas diarias levantó a la familia y su madre, se mantenía como ama de casa.

Mario Rivera, tocaba el saxofón con las afamadas orquestas de Dizzy Gillespie y Tito Puente y también actuaba en las fiestas familiares.

Casada y divorciada tres veces, Lourdes dejó tres hijos, Wanda Frías, Mills Frías y Jariel Rodríguez, su hermana Fátima, quien también es recepcionista en la escuela  Grammar,  un hermano, Dorian Rivera, nueve nietos y un bisnieto.

En la escuela es descrita como una mujer que  emanaba empatía, amor fuerte y consuelo a los estudiantes y profesores.

“Lourdes  era más que la recepcionista. Ella era una madre sustituta, una entrenadora de vida y una presencia alegre en la escuela privada altamente competitiva de 257 años en la parte alta Oeste  de Manhattan (Upper Westside). También era una bailarina empedernida”, detalla la crónica del New York Times.

Creció en un hogar musical y no necesitó que se le pidiera que pusiera música, saltar de su escritorio y agarrar a cualquiera que estuviera a su alcance para que la acompañara en algunos pasos.

Se retiró en 2018 y murió el 20 de enero 2021 en un hospital de Manhattan.

La causa de la muerte se diagnosticó por complicaciones de COVID-19 dijo su hermana, Fátima Rivera al periódico.

Comenzó a trabajar en la escuela como empleada  de la cafetería en la década de 1980.

Impresionó a los funcionarios de la escuela con su forma sensata y le ofrecieron el trabajo de recepcionista que ocupó durante casi tres décadas.

Tenía una excelente memoria para los nombres y una extraordinaria inteligencia emocional y habilidades para tratar con las personas, lo que la convertía en la persona perfecta para saludar a la gente en el vestíbulo, dijo el director de la escuela, William M. Donohue, en una entrevista con El New York Times.

Su exuberante sentido del humor fuerte amor y empatía ilimitada conmovieron a atrajeron a generaciones de estudiantes.

En un reciente servicio conmemorativo en línea, David Stearns, presidente de operaciones de béisbol de los Cerveceros de Milwaukee y miembro de la clase de 2003, dijo que  era genial “y nos sentimos bien estando cerca de ella. Era uno de nosotros. Poseía un amor infinito por cada estudiante y tenía una asombrosa habilidad para relacionarse con cualquier persona de cualquier edad con facilidad y honestidad”.

Geoffrey Hinds, el director de seguridad de la escuela, la describe como la vieja cabeza sabia de la escuela.

“Podías ir a verla sintiéndose deprimida y antes de que te dieras cuenta ella te hacía bailar salsa en el pasillo.

Su mostrador de recepción era un puerto seguro para los necesitados. Ella sintió la inquietud de los estudiantes de primer año entrantes y los llevaba a un lado individualmente, y les aseguraba que estaba allí para ellos y ayudarlos.

“Ella podía romper instantáneamente el cinismo y la actitud defensiva”, dijo el doctor  Donohue en la entrevista.

“Tenía relaciones similares con maestros y padres. Podías confiar en ella. Y aunque se divertía con los niños, no iba a dejar que se lastimaran. Los cuidaba como un halcón hembra”, añadió Donohue.

 

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