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VENEZUELA: Comunidades asediadas criminales viven entre calma y terror

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CARACAS – «Pararnos con detonaciones, acostarnos con detonaciones, almorzar, desayunar y cenar con detonaciones. Fue muy difícil». Así resume Leopoldo Cardozo, un activista por los derechos humanos y líder vecinal, aquellos días en los que la barriada caraqueña donde vive estuvo cercada por el combate entre policías y delincuentes que intentaban expandir su control territorial.

De acuerdo con el Gobierno de Nicolás Maduro, ya fueron desarticuladas las bandas que durante semanas mantuvieron aterrorizados a los ciudadanos con disparos constantes noche y día. Aunque hoy Cardozo siente que hay menor riesgo de salir de su casa, el miedo a que las pandillas regresen sigue latente.  

«De una manera u otra, nos han quitado la identidad, han arrasado con lo que es el venezolano como tal y se ha impuesto la violencia, lamentablemente», explica Cardozo, activista por los derechos humanos, quien ha estado toda su vida en La Vega, un vecindario pobre de la capital venezolana.

Cuenta que durante los enfrentamientos, las casas de varios conocidos fueron alcanzadas por los proyectiles. «El microondas de mi vecina fue alcanzado por un proyectil, imagínate tú lo peligroso que fue eso «, advierte.

Incluso, la barbería que administra desde hace 25 años, también muestra dos orificios de bala.

«Cerrábamos a cada momento, venía la policía, empezaban los tiroteos. La gente no salía. Si abríamos, el temor de la gente era inmenso», relata.

Pero más allá de los daños estructurales, está la integridad de los ciudadanos. En lo que va del año, 25 personas han muerto en Caracas por esas balas perdidas, según datos de la prensa local. Organizaciones no gubernamentales alertan que esos casos han quedado impunes.

El sacerdote jesuita y coordinador del proyecto Lupa por la Vida, Alfredo Infante explica que vivir en las zonas marcadas por la violencia no sólo ha traído consecuencias emocionales.

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