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NASA informa aplazamiento para su regreso a la Luna oficialmente para el 2028

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EE.UU.- La NASA informó que los primeros astronautas estadounidense en regresar a la Luna tenían planeado hacerlo para el 2024, fecha establecida en marzo de 2019 por el anterior Gobierno de Donald Trump esperaba ser reelegido y pretendía convertirse en un segundo Kennedy al haber impulsado la vuelta al satélite medio siglo más tarde de la misión que lo consiguió por primera vez. Sin embargo, ante los problemas surgidos, la empresa se ha aplazado sin una fecha concreta, que habla ya de 2028.

La NASA aceptó el encargo de 2024 aun a sabiendas de las dificultades para cumplirlo. El plazo era muy corto: cinco años en lugar de los ocho como mínimo que la agencia espacial estimaba realista. Y finalmente, no se va a cumplir. Si todo hubiese rodado increíblemente bien (y el Congreso hubiese aprobado los fondos necesarios), quizás la NASA hubiese podido llegar a tiempo o, al menos, fallar por pocos meses. Sin embargo, ni Trump tenía el carisma de Kennedy ni los tiempos están para dar cheques en blanco, como ocurrió en los años del programa Apollo.

Solo para desarrollar el nuevo módulo de alunizaje, la NASA solicitó 3.400 millones de dólares (unos 2.800 millones de euros) durante este ejercicio. Ha recibido menos de la cuarta parte de esa cifra y eso ha obligado a elegir solo uno de los tres proyectos presentados, cuando la idea era escoger dos, para asegurar que al menos uno de los contratistas cumpliría plazos.

El ganador fue Space X, la empresa de Elon Musk, frente a Blue Origin, de Jeff Bezos y una tercera opción, Dynetics. Los dos perdedores no aceptaron la decisión, pese a que sus ofertas eran muy superiores en precio y la NASA las juzgó como técnicamente inferiores. Ambos contraatacaron llevando el caso a organismos reguladores federales.

Blue Origin alegó que no se había tenido en cuenta que poner un Starship (nave de Space X) en la Luna requeriría más de una docena de lanzamientos adicionales solo para aprovisionarlo de combustible y que, si era cuestión de presupuesto, su compañía estaba dispuesta a adelantar 2.000 millones de dólares para ir avanzando en el desarrollo de la nave a la espera de que el Congreso autorizase nuevas partidas.

Así que la decisión está formalmente detenida, al menos hasta noviembre. Space X sigue trabajando en su proyecto de poner en órbita un Starship antes de otoño, en el viaje inaugural de su propio supercohete recuperable. Los otros dos proyectos siguen en pausa, a la espera de la decisión final.

Los retrasos afectan también a otras dos cápsulas tripuladas. Una, la Starliner de Boeing, tuvo que ser retirada de la rampa de lanzamiento y devuelta al hangar al detectarse que una docena de sus válvulas de combustible no respondían. Por lo visto, la simple humedad del ambiente en Cabo Kennedy reaccionó con el tetróxido de nitrógeno que emplean como combustible creando un ácido que corroyó los mecanismos. Eso da una idea de los mil detalles a cuidar en estas operaciones. No se sabe cuándo volará.

Entretanto, la cápsula Orión, que se utilizará para el viaje de ida y vuelta hacia la Luna, sigue sin despegar. En parte, por los retrasos propios de todo nuevo diseño. Pero, sobre todo, por las dificultades que ha llevado la construcción del cohete portador, el SLS (Sistema de Lanzamiento Espacial).

Para la NASA, el SLS es el sucesor del mítico Saturn 5, retirado en 1973 debido, en parte, a su enorme coste: 1.200 millones por lanzamiento. El SLS ha acumulado tanto retraso y problemas de desarrollo que la factura total se acerca de los 20.000 millones y se estima que cada vuelo costará 2.000 millones más. Y se trata de un vehículo de un solo uso: motores, cuerpo central, aceleradores… todo está destinado a acabar en el fondo de Atlántico.

A la vista de que Space X lleva ya años recuperando sus lanzadores para utilizarlos una y otra vez, muchos creen que el SLS nace muerto. Se ha invertido tanto en su desarrollo que quizás ya no sea posible cancelarlo. La tormenta política sería colosal. Pero es probable que haga solo dos o tres vuelos, lo justo para poner un par de estadounidenses en la Luna y cumplir el expediente.

El primer SLS, sin tripulación, debería despegar antes de fin de año. El segundo está programado para septiembre de 2023, esta vez ya con tripulación. Y el tercero, para la misión Artemis 3 que, si todo va bien, debería ser la que aterrice en la Luna. No tiene fecha, aunque la agencia habla ya de 2028.

Trajes espaciales

Entretanto, la NASA se enfrenta a otros problemas menores, pero que igualmente están contribuyendo al retraso en sus planes. Esta vez, es cosa de su nuevo modelo de traje espacial. Lleva 14 años diseñando una escafandra unisex, adaptable a todas las tallas y adecuada tanto para realizar tareas de mantenimiento en la estación espacial como para realizar paseos por la Luna. Por ahora la factura supera los 400 millones de dólares y es probable que al final ronde los 1.000 millones.

Parece que, por ahora, el resultado no es muy satisfactorio. Los astronautas que debían pilotar la nueva cápsula de Boeing se han quejado de que su nuevo traje de vuelo resulta incómodo, difícil de vestir e inadecuado para permitir largas horas de trabajo embutidos en él. Para colmo, los que ya han volado en las cápsulas Dragon hacia la estación espacial están encantados con el traje de Space X, creado por José Fernández, diseñador de Hollywood responsable de trajes para Batman, Spiderman y el Capitán América, que resulta ligero, flexible y cómodo.

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