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A la hora dorada dominicanos en el Alto Manhattan apoyan con cacerolazos a médicos, enfermeras, paramédicos y personal de salud

Rafael Mercado, vendedor ambulante de “frío frío”, en primavera y verano, señaló que aunque no puede trabajar por la pandemia, agradece a los doctores, el enorme trabajo que están haciendo para tratar prácticamente “a mano limpia” en muchos hospitales y salvar a sus pacientes
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NUEVA YORK._ Cada noche a las 7:00, conocida como la Hora Dorada, cientos de dominicanos asoman por las ventanas de sus apartamentos haciendo sonar con cucharas, cuchillos, cubiertos y otros instrumentos sus cacerolas como muestra de apoyo y gratitud a los médicos, paramédicos,  enfermeras y otro personal de salud, llamados los de la línea del frente.

Las cacerolas, cuyo sonido retumba en los centenarios edificios construidos en su mayoría después de la gran depresión de los años treinta y posterior a la Segunda Guerra Mundial, usando también shet rack, una especie de cartón piedra fofo y pisos de madera, comienzan a ser tocadas a las 7:00 en punto de cada noche y la ceremonia dura cinco minutos.

Muchos niños, también  se anexan a la gratitud, mientras los escasos conductores que transitan en las inmediaciones suenan las bocinas de sus vehículos.

Es un momento emotivo que también hace llorar a muchos, al menos, los más sentimentales.

La comunidad que se vio azotada hace tres semanas por el pico del COVID-19 con  cientos de contagiados y numerosos muertos, reconoce con el tradicional toque de las “pailas” y otras vasijas, el arriesgado trabajo de los galenos, enfermeras, paramédicos y demás trabajadores de salud, como los que hacen la limpieza en los nosocomios, que son informados sobre la cantidad internados, en cuidados intensivos y cuantos mueren diariamente.

María Tavares, ahora en pausa de su trabajo como cocinera en un restaurante del Alto Manhattan, dijo que ella se llena de emoción  cuando escucha los cientos de cacerolas.

Ese gesto, también es usado en la República Dominicana y otros países de América Latina, para expresar las protestas de los pueblos contra sus gobiernos o el desacuerdo con medidas restrictivas de sus presidentes.

Rafael Mercado, vendedor ambulante de “frío frío”, en primavera y verano, señaló que aunque no puede trabajar por la pandemia, agradece a los doctores, el enorme trabajo que están haciendo para tratar prácticamente “a mano limpia” en muchos hospitales y salvar a sus pacientes.

Los  cacerolazos de los dominicanos, se van convirtiendo en un rito nocturno, entrada la noche de cada día, y la mayoría asoma sus cabezas por las ventanas como llamando a los vecinos, transeúntes y choferes a unírseles.

Muchos médicos, se han mostrado satisfechos y motivados por el gesto de apoyo.

Otra dominicana que se mantiene atenta al ritual es Elizabeth Cruz Tejada, nativa de Moca y con décadas residiendo en  Nueva York.

Ella es una también una ex trabajadora de salud que cuidaba adultos mayores (Home Atender)  y está retirada.

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