VIDEO: Abinader no debe olvidar las traiciones de sucesores en América Latina

Nueva York: La decisión del presidente dominicano Luis Abinader de anunciar tempranamente que no buscará un tercer mandato puede estar debilitando su autoridad interna y ha acelerado la competencia entre posibles sucesores dentro del PRM. Sin la expectativa de reelección, su figura pierde el poder de arbitraje natural que otorga la posibilidad de continuidad, lo que podría fomentar pugnas prematuras, divisiones internas y deslealtades en su propio gabinete.
Al mismo tiempo, esta “soledad del poder” podría dificultar la gobernabilidad en su segundo mandato, ya que legisladores y funcionarios podrían comenzar a alinearse con los precandidatos en ascenso, más que con el presidente saliente. Aunque su decisión proyecta madurez democrática, podría dejarlo políticamente aislado si no logra mantener la cohesión partidaria y ejercer liderazgo efectivo hasta el final de su mandato.
Pero existen preocupaciones aún mayores que podrían impactar al mandatario más allá de su aislamiento en el poder. A medida que se perfila el escenario político para las elecciones presidenciales de 2028, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) ha comenzado a destacar a varias figuras como posibles precandidatos. Aunque aún no se han oficializado candidaturas, diversas personalidades dentro del partido han manifestado interés o han sido mencionadas como aspirantes con potencial.
Entre los nombres más sonados están David Collado, Carolina Mejía, Raquel Peña, Eduardo Sanz Lovatón (Yayo), Guido Gómez Mazara, Wellington Arnaud, Tony Peña Guaba, Víctor D’Aza, y Roberto Fulcar, entre otros.
El presidente Abinader, quien no podrá postularse nuevamente debido a restricciones constitucionales que él mismo ha promovido, ha reiterado su compromiso con un proceso interno democrático y transparente. En declaraciones recientes, afirmó: “Todos son muy buenos”, refiriéndose a los posibles candidatos, y subrayó la importancia de mantener la unidad del partido durante la transición.
A medida que se acerque la fecha electoral, se espera que el PRM defina su candidato mediante un proceso que refleje los valores democráticos y participativos que proclama. Pero para Abinader, el reto no será solo garantizar transparencia, sino también sobrevivir políticamente en un entorno donde la lealtad muchas veces dura menos que el poder.
“He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, astutos como serpientes, y sencillos como palomas.” (Mateo 10:16)
Esta advertencia bíblica refleja la necesidad de actuar con inteligencia y prudencia, pero también con humildad y pureza de intención, especialmente en entornos hostiles como el que comienza a rodear al presidente dominicano.
Traicionados por sus sucesores: una constante latinoamericana
En la volátil política latinoamericana, ceder el poder a un sucesor no garantiza continuidad, lealtad ni impunidad. En las últimas décadas, varios presidentes apostaron por figuras que, ya en el poder, se transformaron en sus más feroces críticos, rivales e incluso persecutores judiciales. De Ecuador a República Dominicana, de Colombia a Bolivia, el fenómeno de la traición política del delfín presidencial ha sido recurrente y devastador.
Correa y Moreno (Ecuador)
En 2017, Rafael Correa dejó el poder tras una década de liderazgo, apostando por su exvicepresidente Lenín Moreno como heredero político. Pero pocos meses después de asumir, Moreno rompió con Correa, denunció los excesos de su administración y permitió una ola de procesos judiciales. En 2020, Correa fue condenado in absentia a ocho años de prisión por corrupción, en un caso que él calificó como “lawfare”.
Uribe y Santos (Colombia)
Álvaro Uribe respaldó a Juan Manuel Santos en 2010, confiado en que continuaría su política de seguridad democrática. Pero Santos optó por un camino distinto: negociar la paz con las FARC. Aunque no emprendió acciones legales directas contra Uribe, permitió investigaciones que culminaron en la imputación del expresidente por manipulación de testigos en 2020, marcando un hito en la historia judicial del país.
Leonel Fernández y Danilo Medina (República Dominicana)
En el Caribe, la relación entre Leonel Fernández y Danilo Medina ilustra una traición política sin consecuencias penales directas, pero con profundas repercusiones partidarias. Fernández apoyó a Medina en 2012, pero este consolidó su poder y reformó la Constitución en 2015 para buscar la reelección, provocando la ruptura. En 2019, Fernández abandonó el PLD y fundó la Fuerza del Pueblo. Tras la derrota del PLD en 2020, varios cercanos a Medina han sido procesados por corrupción en los operativos “Antipulpo”, “Coral” y “Calamar”. Aunque Fernández no promovió estas investigaciones, su nuevo partido las ha respaldado abiertamente.
Evo Morales y Luis Arce (Bolivia)
Luis Arce, exministro de Economía de Evo Morales, llegó al poder en 2020 gracias al respaldo del expresidente. No obstante, con el tiempo ha tomado distancia de Morales y de la línea dura del MAS. En 2024, la Fiscalía boliviana reabrió procesos contra Morales por presunto abuso sexual, sin que Arce interviniera para detenerlos. Morales ha denunciado una “conspiración interna” y el distanciamiento entre ambos es ya evidente.
Fujimori y Toledo (Perú)
Aunque no fue un sucesor directo, Alejandro Toledo heredó parte del aparato estatal posfujimorista. Al asumir la presidencia en 2001, su gobierno impulsó procesos que derivaron en la extradición y condena de Alberto Fujimori por violaciones a derechos humanos y corrupción. Este caso representa el quiebre más radical entre un líder autoritario y una nueva etapa democrática.
¿Legado traicionado o justicia tardía?
La relación entre expresidentes y sus sucesores pone de manifiesto una de las mayores paradojas de la política regional: el poder heredado rara vez es poder asegurado. En algunos casos, la traición ha servido para reconstruir legitimidad; en otros, ha sido utilizada como venganza política o como mecanismo de depuración institucional.
Lo cierto es que los líderes que alguna vez ungieron a sus herederos terminaron enfrentados a ellos, en los tribunales, en las urnas o en las páginas de la historia. ¿Madurez democrática o ajuste de cuentas? En América Latina, el filo entre la justicia y la traición sigue siendo tan delgado como la línea que separa a un sucesor… de un verdugo.
Así que ojo, presidente Abinader, mucho cuidado.