Colombia clama por el regreso de un niño de tan solo once años, que lleva dieciséis días secuestrado

La angustia tiene nombre y rostro en Colombia: Lyan José Hortúa Bonilla, un niño de apenas 11 años, lleva 16 días en cautiverio luego de ser secuestrado el pasado 3 de mayo por disidencias de las FARC en el municipio de Jamundí. Su madre, Angie Bonilla, se ha convertido en la voz de miles de familias colombianas que exigen al Estado una acción contundente frente al secuestro y la violencia.

En una entrevista concedida a Noticias RCN, Angie rompió en llanto al narrar la pesadilla que vive desde el día en que su hijo fue arrebatado de su hogar. “Esto es como vivir la muerte en vida”, expresó entre lágrimas, al tiempo que recordó que Lyan padece una condición respiratoria que requiere atención médica constante.
explicó, aludiendo a un episodio crítico vivido en 2022 cuando casi pierden al niño por una grave inflamación pulmonar.
Su llamado no es político, es humano. Angie imploró directamente al presidente Gustavo Petro que intervenga con compasión y urgencia. “Presidente, le pido que me mire con ojos de amor, con ojos de misericordia, que también es padre. Yo solo pido a mi hijo, el perdón ya está”, dijo con la voz quebrada, pidiendo que la vida de su hijo esté por encima de cualquier negociación o estrategia de Estado.
Una política de “paz total” bajo cuestionamiento
Mientras el gobierno insiste en avanzar con su estrategia de “paz total”, en la que se negocia con estructuras armadas ilegales, la realidad golpea con crudeza a las familias del país. El secuestro de Lyan ha puesto nuevamente en evidencia la fragilidad de una política que, para muchos ciudadanos, aún no ofrece resultados concretos ni garantías de seguridad, especialmente para los más vulnerables: los niños.
La indignación ha crecido a medida que los días avanzan sin noticias del menor. Las redes sociales han sido plataforma de denuncia y solidaridad, con miles de colombianos exigiendo al presidente Petro una postura más clara y efectiva frente al secuestro.
“Petro, ayúdela, por favor, no sea indiferente con el clamor de esta madre“, escribió un usuario en X (antes Twitter).

Marchas, velatones y solidaridad ciudadana
En Cali y otras ciudades del país, la comunidad ha salido a las calles a exigir la liberación de Lyan. Las marchas, velatones y concentraciones se han multiplicado, demostrando que la sociedad no está dispuesta a normalizar este tipo de crímenes.
La familia de Lyan ha agradecido profundamente estas muestras de apoyo, que han sido su sostén emocional en medio de esta tragedia.
Durante la entrevista, Angie también envió un mensaje directo a su hijo, con la esperanza de que, de alguna manera, le llegue: “Ay, hijo de mi alma, qué valiente has sido, mi amor. Eres un niño muy valiente. Gracias, mi amor, por estar firme, porque sé que tú lo vas a lograr”.
La niñez, en el centro de la violencia
Este caso ha encendido las alarmas sobre la seguridad infantil en Colombia, donde los menores siguen siendo víctimas de una violencia estructural que ni las negociaciones ni los pactos de paz han logrado frenar.
El secuestro de Lyan no es un hecho aislado; es un reflejo de una realidad que exige acciones urgentes, respuestas efectivas y, sobre todo, voluntad política real para proteger la vida de los más inocentes.
Hoy, Colombia no solo clama por la libertad de un niño. Clama por una justicia que llegue a tiempo, por una paz que no se construya sobre el dolor de las familias y por un Estado que actúe con firmeza para garantizar que ningún otro niño tenga que vivir lo que está viviendo Lyan.
Tras más de dos semanas de silencio, finalmente, el presidente Gustavo Petro se pronunció.
Lo hizo a través de la red social X, antes Twitter, con un mensaje directo y contundente:
“Lyan no es mercancía. Quienes convierten a un niño en mercancía ya no son revolucionarios, son tratantes de personas, esclavistas.”