Con Abinader fuera de la boleta, el PRM enfrenta su prueba suprema, sucesión o división

Nueva York: El gobernante Partido Revolucionario Moderno (PRM) en la República Dominicana se adentra en su prueba más compleja desde que alcanzó el poder. Sin la posibilidad de que su líder, el presidente Luis Abinader, encabece la boleta de 2028, la organización oficialista enfrenta una pugna interna que pondrá a prueba su cohesión, su capacidad de renovación y su estrategia de continuidad.
La ausencia de Abinader deja un vacío que desata una carrera intensa entre varias corrientes. Al frente en las encuestas aparece David Collado, ministro de Turismo y exalcalde del Distrito Nacional, con una imagen de gestor moderno y atractivo para sectores empresariales y urbanos. Sin embargo, Collado es percibido como “advenedizo” por núcleos históricos del partido, en especial por la corriente del expresidente Hipólito Mejía, que impulsa a su hija, Carolina Mejía, como heredera natural, con gran arraigo en las bases del PRM y todos los créditos merecidos otorgados por sus exitosas gestiones en el Ayuntamiento del Distrito Nacional (República Dominicana) que la llevaron a ser reconocida como la “alcaldesa del bienestar”. Mejía también ha participado en programas de capacitación para alcaldes, como el de la Iniciativa de Liderazgo de Ciudades de Harvard y Bloomberg, para mejorar la gestión municipal.
- Algunos de los precandidatos del PRM. De izquierda a derecha: David Collado, Wellington Arnaud, Carolina Mejía, Guido Gómez Mazara, Raquel Peña y Eduardo “Yayo” Sanz Lovatón.
La vicepresidenta Raquel Peña, vinculada directamente a Abinader, ha dejado entrever aspiraciones y es vista como posible favorita del mandatario, aunque carece de una estructura política propia a nivel nacional. Otros nombres que suenan con menor fuerza pero con presencia real dentro del PRM son Eduardo “Yayo” Sanz Lovatón, Wellington Arnaud, Guido Gómez Mazara, Franklin García Fermín, Faride Raful, Nelson Arroyo, Samuel Pereyra, Víctor D’Aza y Roberto Fulcar. Todos buscan espacio en un tablero marcado por encuestas cambiantes y cálculos de alianzas.
La clave está en la corriente de Abinader, que conserva el control del aparato estatal y del partido, y que muchos analistas consideran decisiva para definir la candidatura. Aunque el presidente evita señalar sucesores, su respaldo a una fórmula de consenso inclinaría la balanza. De ahí la importancia del método de selección previsto para 2027. Un padrón cerrado favorecería a las estructuras tradicionales de Abinader y el hipolitismo, mientras una primaria abierta podría dar ventaja a Collado, con alto reconocimiento entre los votantes.
El reto central del PRM es mantener la unidad. La multiplicidad de precandidatos, la rivalidad Collado–Carolina y el riesgo de fractura interna obligan a fijar reglas claras y tempranas. Un reglamento definido en 2026 y una primaria ordenada en 2027 son esenciales para evitar una “guerra de encuestas” y deserciones. La dirigencia también debe blindarse contra el transfuguismo, fenómeno que en otros partidos ha debilitado estructuras y que podría repetirse si los perdedores no se sienten incluidos.
El futuro del PRM dependerá de su capacidad para articular una narrativa de continuidad sin Abinader, con un plan de gobierno convincente para 2028–2032 y una fórmula presidencial que integre a las principales corrientes, dirigentes medios y sus bases, resolviendo fricciones por cotidianas demandas de inclusión en el gobierno.
Con el abinaderismo como árbitro, el hipolitismo con su peso orgánico y el colladismo con su proyección mediática hacia lo externo. Si logra equilibrar estas fuerzas y evitar rupturas, el partido oficialista podrá aspirar a retener el poder más allá de la era Abinader. De no hacerlo, el proceso interno podría convertirse en su mayor amenaza.




















