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Cronopatía, cuando el hábito de hacer muchas cosas se transforma en obsesión

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La cronopatía proviene de la unión de dos términos griegos: Cronos, el dios del tiempo, y pathos, «sufrimiento», por tanto es el nombre que se le da a la obsesión de ciertas personas por aprovechar el tiempo al máximo.

Aunque la cronopatía no está catalogada dentro de las enfermedades mentales, eso no significa que no ocasione problemas a quien la sufre. Ricardo Pichardo, psicoterapeuta con maestría en terapia familiar y de pareja, desde @psicohumanizar, desglosa en esta entrevista cómo influye esta obsesión en nuestras emociones y bienestar.

¿Qué es la cronopatía?

La cronopatía es la obsesión por ser productivo todo el tiempo. Es la creencia de que si mi agenda está llena, tengo la sensación de que estoy siendo exitoso, puesto que no puedo darme el lujo de perder el tiempo.

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¿A qué signos debemos estar atentos?

Un signo vital en estos casos es el famoso «no tengo tiempo«. Chequear cuántas veces pospongo una reunión con amigos, un café con alguien querido, porque mi agenda va siempre cargada de actividades que las cosas lúdicas o «no productivas» no forman parte de ella.

Invito a hacer una reflexión de cómo me siento cuando mi agenda no está llena. Mirar si en mi expresión verbal o en mis pensamientos constantemente están las palabras «Debería de» «Tengo que».

Generalmente, cuando tenemos estos pensamientos, obedecen a ideas irracionales que, si las cuestionamos, si las confrontamos, nos daremos cuenta de que puedo tomar otra decisión si así lo quiero y no actuar en automático.

En ocasiones, cuando respondo a los «Debo de» y a los «Tengo que», lo hago ante expectativas ajenas (sociedad, familia, mundo exterior en sentido general), y no necesariamente a lo que realmente quiero hacer. Sustituir el debo y el tengo por el quiero y nos daremos cuenta de inmediato cuál elección asumir.

¿Cómo influye esta obsesión por el tiempo en nuestro bienestar?

No hay dudas de que nuestro bienestar se ve muy afectado por esta prisa que parece que no hay forma de detenerla.

Es una vorágine que nos envuelve y, en ocasiones, sentimos que la semana pasa rápido, y por ende los meses y los años, y nos queda la sensación de que quisiéramos que los días tuvieran más horas.

Esto trae como consecuencia agotamiento físico y mental.

El auge de las redes sociales, el desarrollo de aplicaciones donde podemos tener el mundo en nuestras manos, literalmente, nos ha llevado a la falsa creencia de que debemos estar siempre informados y responder a esos estímulos de manera inmediata.

Las notificaciones son un ejemplo de eso, hay quienes ahora no solo la ven en el celular, sino en un reloj sincronizado con el celular.

Esas notificaciones son señales de alerta que, definitivamente, nos roban calidad de vida pues nos conectan con el mundo virtual, robando espacio y tiempo al mundo real y a lo que podemos vivir a cada instante.

¿Y en el sistema nervioso?

Cuando tengo la sensación de vivir siempre alerta, esto trae consecuencias negativas en nuestro sistema nervioso, pues se activa en nuestro cerebro la señal de alarma que solo debe funcionar para emergencias y, lamentablemente, la usamos diariamente.

Esto dispara la ansiedad, pues mi cuerpo se prepara para huir o enfrentar lo que tengo delante. Esto, por supuesto, no es sostenible en el tiempo y de ahí que venga un debilitamiento de nuestro sistema inmune y por ende enfermedades.

Se elevan los niveles de cortisol, que es la hormona del estrés, y por supuesto que, en grandes cantidades, no es bueno para la salud. Podemos decir que estamos intoxicados de cortisol y esto genera tensión muscular, ansiedad, una activación que no se corresponde con lo que realmente tengo en frente.

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¿Puede traer consigo problemas de salud mental?

Por supuesto. Vivir en un constante estado de alerta, en modo producción, todo el tiempo, impide que podamos pensar con claridad y establecer prioridades.

Con la cronopatía se da el fenómeno que conocemos como «profecía autocumplida», que no es más que aquella predicción por la que, una vez hecha, inconscientemente hacemos cosas para que se cumpla.

El decir no tengo tiempo, termina haciéndose realidad. Mientras más necesitamos aprovecharlo, más sentiremos que no lo alcanzamos, parece una paradoja.

Cuando vivimos en «un patín», como solemos decir, es muy poco probable que identifiquemos los mensajes que vienen a través de las emociones. Una persona hiperocupada solapa sus emociones, no entra en contacto con ellas y por ende las reprime.

Emociones que no se expresan, emociones que encuentran la manera de salir, muchas veces, en enfermedades que obligan a detenernos.

¿Cómo podemos enseñarle a nuestro cerebro a frenar?

Lo primero es identificar si vivo en esta vorágine. Ser sincero con nosotros mismos y poder identificar. Cuando identifico es un gran paso hacia la liberación de cualquier obstáculo que estemos viviendo.

Lo segundo es confrontar las ideas que me llevan a ser de esta manera. Nuestros pensamientos determinan nuestra realidad. Algunas de las ideas irracionales que nos llevan a la cronopatía pueden ser las siguientes:

  • «Si no tengo mi agenda llena, estoy perdiendo el tiempo y eso es inaceptable».
  • «Perder el tiempo es para fracasados».
  • «Si lleno todas mis horas de actividades seré exitoso».
  • «Cuando sea viejo, descansaré, ahora debo aprovechar el tiempo al máximo».

Si nos fijamos bien, estas ideas se pueden confrontar y ver qué hay detrás de ellas. Les invito a que hagan la siguiente reflexión: ¿son totalmente ciertas estas afirmaciones?, ¿qué le dirías a otra persona que tuviera ese pensamiento? ¿Qué es lo peor que puede pasar si dejo tiempo libre sin planificar?

¿Qué nos aconsejas para librarnos de esta dependencia?

Es importante advertir, además de hacer lo que respondí en la pregunta anterior, que esa necesidad de ser productivo nada tiene que ver con lo que quiero como persona. Identificar que es una conducta aprendida y como es aprendida la buena noticia es que puedo desaprender y buscar opciones más saludables.

Considerar la idea de que no necesito ser todo el tiempo productivo para valer como persona puede ser una exigencia externa que nada tiene que ver conmigo. Puedo desligarme de ese pensamiento que me lleva a sentir necesidad de llenar mi agenda de compromisos.

Aprender a disfrutar el momento presente, la compañía de las personas que están a nuestro alrededor. Hay personas que mientras comen escuchan un podcast, o mientras comen pasan de cuenta en cuenta en su Instagram, y no están en el momento presente.

Sugiero hacer una actividad a la vez. Atención plena, para poder disfrutar lo que estoy haciendo en el momento en que lo estoy haciendo.

¿Tan mala fama tiene ya perder el tiempo?

En muchas ocasiones «perder el tiempo» es precisamente lo que necesitamos para ganarlo. Buscar siempre el balance es lo ideal para mantener el equilibrio. Estar en una polaridad nos hace daño pues carecemos de la otra polaridad que nos llevaría al centro, donde todo es más sano.

Obviamente, hay que reconocer que trabajar y esforzarse para cumplir nuestras metas es importante, sin embargo, en la obsesión por la productividad y no saber cómo detenernos es que está el peligro.

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