Daniel Cabrera, la paca cuadrada convertida en luz, no le alcanzó el tiempo para desandar la “Ruta Maldita”
Puerto Plata, RD: Ironía de la vida, burla del destino traidor que la melancolía del tiempo borró sin importarle tus niveles de solidaridad, te moriste solo, como mueren los héroes anónimos, con los dientes apretados, disimulando una felicidad que solo tú conocía que se te había escapado como agua entre los dedos…
Daniel Cabrera, un gigante de la honestidad, destello extinguido de la bravura de nuestro héroe Gregorio Luperón, a quien tanto admiraste, como si temieras que el destino traidor te jugarías cartas parecidas…tan crueles y similares como morir en la soledad, en la angustia, en el destierro, en haberlo dado todo a cambio de nada.
Puede que tu historia se desvaneciera en el silencio traidor de la ingratitud, puede que los ecos de los llantos inefables murieran dentro de ti, en tu silencio, en tu tristeza, en tu soledad, pero tu historia de héroe anónimo, nadie podrá borrar, porque fuiste un ser humano inigualable, del tipo que nunca necesitó protagonismo, del tipo que nunca reclamó gratitud, de esos que siempre estuvieron en el mismo lugar hasta que el destino traidor trató inútilmente de borrar su historia.
Y ahora, ¿qué de la ruta maldita? En la que te refugiaste durante tantos años, único oasis de paz que sentiste cuando te montabas en el personaje protagónico de esa maldita historia inverosímil en la que tantas noches desvelaste a tantos parroquianos repitiéndola una y otra vez.
El río en creciente, la euforia de los tragos interminables, el rugir del auto…y allá, en las profundidades del interminable sendero, la casita misteriosa, los disparos, la intimidación, la duda, angustia y miedo en el interior… y al final, tu risa estruendosa, que siempre creíste graciosa pero que en realidad transmitía miedo, terror e intimidación.
El alba se rompió, el cielo tomó un olor a tristeza, a desolación, color púrpura, a culpa por la distancia y los años que inexplicablemente se robaron nuestros últimos peldaños en una distancia inducida y traidora.
Cuando un amigo se va… se cierran los caminos, la desolación se apodera dando paso a una tristeza indescriptible, que solo puede expresarse allá, en el profundo silencio, donde solo llegan los murmullos de lo inefable, donde se paraliza el tiempo y el espacio, donde los grandes sentimientos son mudos. ¡¡¡Que desolación!!!