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Dar un hijo en adopción o la distopía antiaborto en EE.UU.

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Cuando Stephanie Pearl empezó a trabajar en el ámbito de la adopción en EE.UU. hace 21 años no esperaba toparse con la incertidumbre que acecha a los orfanatos y agencias que facilitan este proceso tras la derogación del derecho al aborto en Estados Unidos.

Pearl dirige un pequeño centro adoptivo llamado «A New Beginning Adoption» en Idaho, uno de los estados donde el aborto quedó prohibido por su propia legislación después de que el Tribunal Supremo de EE.UU. revocara el fallo «Roe contra Wade», que había permitido legalizar ese derecho a nivel federal hace medio siglo.

A día de hoy, el aborto está vetado en 13 estados del país, la mayoría en el sur, mientras la lucha por su acceso sigue teniendo lugar en los tribunales estatales, donde sus defensores han interpuesto demandas para impedir la aplicación de las leyes que restringen el procedimiento.

«Llevo 21 años trabajando en adopciones y nunca antes me había encontrado en esta situación», cuenta a EFE Stephanie Pearl, que cree que «las agencias de adopción tendrán que prepararse» para lo que este retroceso en el derecho al aborto pueda significar en el sistema.

Siete meses después de la anulación de «Roe contra Wade», algunos expertos predicen un cambio en el panorama de la adopción, aunque aún está por ver cómo sucederá exactamente.

Gretchen Sisson, socióloga de la Universidad de California en San Francisco, sugiere a EFE que el sistema verá un incremento de 10,000 adopciones por año debido a las restricciones en el aborto, así como entre 90,000 y 100,000 casos más en los que la madre biológica seguirá adelante con la crianza del niño.

Según la investigación de Sisson, que se basa en datos del estudio Turnaway, el más profundo hecho hasta la fecha, un 9 % de las embarazadas a las que se les deniega el acceso al aborto acaban dando su hijo en adopción.

«La mayoría de las personas forzadas a continuar con su embarazo optarán por seguir con la crianza de sus hijos, pero ese 9 % sigue siendo muy significativo», apunta Sisson, que a su vez pone de relieve que todas esas personas son llevadas a la maternidad en contra de su voluntad.

El centro de adopción Gladney en Texas –otro estado que prohíbe el aborto sin excepciones por violación ni incesto- ya ha experimentado un incremento en las consultas de adopción durante los últimos meses, algo que su vicepresidenta, Jennifer Lanter, también relaciona con un repunte previsible tras un fuerte descenso durante la pandemia.

Lanter prevé que el veto abortivo lleve a un aumento de las adopciones, aunque espera que el impacto sea a corto plazo y se vaya nivelando, puesto que la tasa de natalidad sigue bajando.

Texas ya contaba con restricciones al aborto antes de la derogación de «Roe contra Wade», algo que definió el resto de la vida de Sam, que prefiere no revelar su verdadero nombre.

Sam es un hombre transgénero que descubrió su embarazo exactamente a las seis semanas de gestación, momento a partir del cual el estado de Texas había establecido -con una ley que entró en vigor en septiembre de 2021- prohibir el aborto.

«Ser padres no era una opción, no solo no estábamos preparados, sino que también lidiábamos con estar sin techo y la pobreza», explica Sam, quien asegura que hubiera interrumpido su embarazo «sin duda alguna» si hubiera podido, ya que desplazarse a otro estado para hacerlo tampoco le resultaba viable.

«La adopción fue una elección de supervivencia», sintetiza Sam, que, junto a su pareja, sigue pagando la deuda hospitalaria que le originó la obligación de dar a luz.

La preocupación ante un posible punto de inflexión en el campo de las adopciones se extiende hasta los centros de acogida. Rory Hall, directora ejecutiva de Adoption Advocates -otra agencia adoptiva en Texas-, estima, en declaraciones a EFE, que más niños serán dados en adopción tiempo después de su nacimiento.

«Veremos absolutamente un incremento en el sistema de acogida, niños siendo derivados allí a causa de abuso o abandono», conjetura Hall.

También coincide con esta idea Pearl, que lo atribuye al hecho de que más menores crecerán en ambientes hostiles con violencia doméstica o abuso de estupefacientes: «Las agencias de adopción tendrán que prepararse para reubicar a niños más mayores, lo que requerirá más educación y apoyo a las familias.»

Pearl sospecha que habrá más llamadas de última hora desde los hospitales de «personas que no saben qué hacer», como les ocurrió con una mujer que dio a luz en noviembre.

Un año después de su embarazo, Sam siente que está «viviendo en una distopía de ciencia ficción que cada día va a peor», con «miedo a morir por una condición muy tratable que no se permite que los doctores traten», mientras sigue tomando fuerza la amenaza de los legisladores republicanos de prohibir el aborto en todo Estados Unidos.

 

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