Deuda, bonos e inflación en RD, la manipulación en cifras de la oposición

Leonel Fernández y Danilo Medina gobernaron la República Dominicana durante cinco períodos presidenciales, cuatro de ellos consecutivos. En ese lapso, la deuda del sector público no financiero pasó de niveles moderados a convertirse en una de las principales restricciones estructurales de la política fiscal.
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Nueva York.-  En República Dominicana, el debate económico ha vuelto a convertirse en un campo de batalla política. Desde la oposición, voceros vinculados a Leonel Fernández y su partido Fuerza del Pueblo, así como a Danilo Medina y el Partido de la Liberación Dominicana, han insistido en que el actual gobierno ha endeudado el país como nunca antes y que la inflación ha deteriorado severamente el poder adquisitivo de la población.

Las preocupaciones sociales existen y son legítimas. Pero cuando se examinan los datos completos, el relato opositor revela un patrón reiterado de manipulación estadística, cambios de denominador y omisiones clave.

Leonel Fernández y Danilo Medina gobernaron la República Dominicana durante cinco períodos presidenciales, cuatro de ellos consecutivos. En ese lapso, la deuda del sector público no financiero pasó de niveles moderados a convertirse en una de las principales restricciones estructurales de la política fiscal.

Los datos oficiales muestran que entre 2012 y 2020, durante la administración de Medina, la deuda como porcentaje del PIB aumentó cerca de veinte puntos porcentuales. Ese salto no fue coyuntural, sino acumulativo, y dejó un perfil de vencimientos que hoy condiciona cualquier discusión sobre financiamiento, bonos y déficit.

Bonos soberanos y el truco del endeudamiento récord

Cada vez que el gobierno actual acude a los mercados internacionales, la oposición presenta la operación como prueba de un supuesto endeudamiento sin precedentes. El argumento suele apoyarse en montos absolutos y titulares llamativos, pero evita una distinción fundamental en finanzas públicas. No toda emisión de deuda equivale a un aumento neto del endeudamiento.

Una parte sustancial de los recursos obtenidos en nuevas colocaciones se destina a pagar amortizaciones e intereses de deuda previamente emitida, buena parte de ella contratada antes de 2020. Confundir financiamiento bruto con deuda neta es una falacia recurrente que distorsiona el debate.

En ese contexto, el presidente Luis Abinader ha afirmado que alrededor del 80 por ciento del dinero tomado por su administración se ha utilizado para pagar y refinanciar compromisos heredados. La cifra, más allá de la polémica política, apunta a una realidad verificable. El peso del servicio de la deuda acumulada durante los gobiernos del PLD, hoy defendida desde la Fuerza del Pueblo, sigue absorbiendo una porción significativa del financiamiento público.

Lo que la oposición omite es que, sin ese legado, el volumen y la frecuencia de las emisiones actuales serían distintos.

Inflación, percepción social y distorsión política

El segundo frente de ataque ha sido la inflación. En redes sociales y declaraciones públicas, la oposición ha presentado el aumento del costo de la vida como evidencia de un fracaso económico local. El argumento apela a una sensación real en los hogares, pero vuelve a fallar en el análisis técnico.

Según proyecciones del Fondo Monetario Internacional, la inflación dominicana se mantiene por debajo del promedio de varias economías latinoamericanas relevantes y dentro del rango meta definido por el Banco Central de la República Dominicana, fijado en 4 por ciento con un margen de más o menos un punto porcentual. Brasil, Colombia y Chile muestran tasas superiores, mientras que Argentina continúa siendo un caso extremo en la región.

El uso político de la inflación sigue un guion conocido. Se confunde percepción con indicador, se seleccionan meses o rubros específicos y se ignora el contexto global posterior a la pandemia, marcado por choques en energía, alimentos y cadenas de suministro. La inflación existe y afecta, pero no constituye una anomalía dominicana ni un colapso macroeconómico aislado.

En deuda y en inflación, la estrategia de la oposición es la misma. Se toman datos reales, se les cambia el marco de referencia y se presentan sin contexto para construir un relato de crisis permanente. Se mezclan conceptos contables distintos, se eligen cortes temporales convenientes y se omite la responsabilidad histórica de quienes hoy critican.

El resultado no es un debate económico serio, sino una narrativa diseñada para erosionar confianza, aun cuando los indicadores muestran estabilidad relativa, crecimiento sostenido y ausencia de convulsión social, un rasgo distintivo de la economía dominicana en comparación con otros países de la región.

La discusión pública no debería girar en torno a quién grita más fuerte, sino a cómo se interpretan los datos. La deuda no se evalúa por titulares, sino por su trayectoria, su composición y su relación con el crecimiento. La inflación no se mide por anécdotas, sino por índices, tendencias y comparaciones internacionales.

Cuando los números se leen completos, el panorama es más complejo y menos alarmista de lo que plantea la oposición. Y ese matiz, incómodo para el discurso politiquero, es precisamente el que suele quedar fuera del debate.

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