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Drones, teléfonos y tecnología satelital exponen la atrocidad de Putin en Ucrania

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(CNN) — Las mentiras de Rusia podrían salir a la luz más pronto de lo que podría haber imaginado. La guerra en Ucrania está desafiando las expectativas del presidente de Rusia, Vladimir Putin, en cada momento, no solo por el fracaso de Rusia de tomar Kyiv, como había planeado, sino con la exposición al mundo de los crímenes de guerra presuntamente cometidos por sus soldados en Bucha, una ciudad cercana a la capital.

Las guerras las han ganado, a lo largo de la historia, las facciones que aprovechan las nuevas tecnologías a su favor. La victoria del rey Enrique V de Inglaterra en 1415 sobre los franceses en la Batalla de Azincourt fue cortesía de sus arqueros y sus recién desarrollados arcos de largo alcance que lanzaban flechas a una distancia que los franceses no pudieron igualar.

La guerra en Ucrania podría representar otra primicia histórica, con la tecnología abriéndose paso entre la niebla de la guerra para exponer las mentiras de los agresores y acelerar los esfuerzos para lograr su derrota.

Las imágenes satelitales de civiles asesinados que concuerdan con los videos, grabados semanas más tarde, de los cadáveres en las vías, proporcionan evidencia contundente de los crímenes de guerra de Rusia, convenciendo a los líderes occidentales de incrementar las sanciones sobre Rusia y acelerar el suministro de armas para Ucrania.

No está claro cómo esto impactará en el resultado final de la guerra. Pero lo que sí es evidente ahora que Ucrania está buscando urgentemente una ventaja a medida que el Ejército de Rusia se reagrupa para una nueva ofensiva, es que las acciones de Rusia en Bucha están fortaleciendo el apoyo a Ucrania.

Si bien las imágenes satelitales de las zonas en conflicto han estado disponibles para los gobiernos desde hace décadas, y fueron fundamentales para señalar crímenes de guerra durante la guerra civil en Bosnia en la década de 1990, permitiendo la identificación de una fosa común de muchos de los 7.000 bosníacos asesinados en Srebrenica en 1995, nunca habían estado tan a la disposición del público como ahora.

A Putin y a sus comandantes en el campo de batalla parece no importarles o no haber comprendido el hecho de que las órdenes y las acciones dejan ahora un registro indeleble que escapa a su control y que podría perseguirlos en el futuro.

Ellos probablemente estén conscientes de que, en muchos conflictos pasados, incluso tan recientes como la guerra civil en Siria, líderes como Bashar al Assad escaparon a la condena e incluso han sido rehabilitados, a pesar de las enormes cantidades de documentos incriminatorios sacados de las oficinas gubernamentales y las comisarías.

Pero esta no es la única lección a la que Putin debería prestar atención. Tras la sangrienta desintegración de Yugoslavia y la guerra civil de Bosnia, el tribunal de crímenes de guerra de La Haya utilizó las propias palabras de los líderes políticos y militares para ayudar a condenarlos.

Cuando el Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia (ICTY, por sus siglas en inglés) juzgó al presidente serbobosnio Radovan Karadžić, disponía de un video en el que se le veía mirando por encima de Sarajevo, condenando a los civiles que había debajo al fuego de artillería y mortero.

Su socio militar en los crímenes de guerra, el general Ratko Mladić, también vio cómo usaron sus propias palabras para condenarlo, ya que el video lo mostraba en las afueras de Srebrenica dirigiendo el filtrado de civiles, muchos de los cuales serían masacrados poco después por sus soldados, siguiendo sus órdenes.

Ese tipo de vínculo puede ser más difícil de imputar a Putin, pero su tesis de 20 páginas publicada el verano pasado sobre por qué Ucrania no es un país, y sus comentarios televisivos sobre por qué Rusia debería invadir, contarán, si los anteriores tribunales de crímenes de guerra son un precedente, en su contra como autor y director de la guerra.

Si Putin llegara a ser juzgado, su caída podría ser el resultado de su incapacidad para comprender las debilidades de su Ejército y las fortalezas de Ucrania. El fracaso en el cumplimiento de su primer gran objetivo, la toma de Kyiv, obligó a sus tropas a retirarse, dejando al descubierto su marea de terror.

Los soldados hicieron lo que han hecho tantas veces antes, en Siria, en Chechenia, en Georgia: cometer terribles abusos. Y Putin y sus oficiales hicieron lo que han hecho tantas veces antes: mentir para cubrir sus crímenes.

Los funcionarios de defensa rusos afirmaron que las fotos y los videos que aparecieron el 2 de abril, mostrando a civiles asesinados, con disparos en la cabeza, algunos con las manos y las piernas atadas, eran falsos, diciendo que sus tropas se fueron antes de que se produjeran los asesinatos. «Las tropas abandonaron la ciudad el 30 de marzo», dijo el Ministerio de Defensa en un comunicado. «¿Dónde estuvieron las imágenes durante cuatro días? Su ausencia solo confirma que son falsas».

La fecha fue muy clara. El ministro de Relaciones Exteriores Serguéi Lavrov, uno de los más avezados maestros del giro en el discurso de Putin, redobló el torpe encubrimiento, insistiendo en que «las fuerzas rusas abandonaron la zona de la ciudad de Bucha ya el 30 de marzo».

Sin embargo, las imágenes satelitales disponibles públicamente de la empresa de tecnología espacial Maxar, tomadas el 18 de marzo mientras las tropas rusas tenían el control, mostraban a los civiles muertos a la orilla de la carretera exactamente en los mismos lugares que las fuerzas ucranianas descubrieron cuando volvieron a entrar en la ciudad a principios de abril. Y un video grabado con un dron antes del 10 de marzo mostraba a un ciclista muerto por disparos de las tropas rusas. Las fuerzas ucranianas encontraron su cuerpo semanas después, exactamente en el lugar donde cayó.

En los meses anteriores a la invasión rusa y en los días transcurridos desde que aparecieron las imágenes de Maxar, en las que se rastreaban las fuerzas rusas y su destrucción, la comprensión del público del campo de batalla se ha visto revolucionada. Junto con el uso casi omnipresente de las cámaras de los teléfonos inteligentes, la tecnología de geolocalización y los drones sofisticados, Putin se enfrenta a un posible ajuste de cuentas del que escapó en conflictos anteriores.

El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, quiere que haya más cámaras y un acceso más amplio para que el público pueda verlo por sí mismo: «Esto es lo que nos interesa, el máximo acceso para los periodistas, la máxima cooperación con las instituciones internacionales, la inscripción en el Tribunal Penal Internacional, la verdad completa y la plena rendición de cuentas», dijo en un discurso por video el lunes.

El enigmático líder de Ucrania se ha dado cuenta de que no son solo las armas de alta tecnología para romper tanques, como las Javelin y las NLAW, o los misiles tierra-aire, como los Stingers y los Starstreaks, los que pueden cambiar el rumbo de la guerra. Es la verdad, y las herramientas que la transmiten: satélites, drones y teléfonos inteligentes.

La tecnología actual, sin precedentes en ninguna guerra moderna, podría otorgar esta sorprendente ventaja a los perdedores, socavando las mentiras de un agresor descomunal. Zelensky se esforzó por que las Naciones Unidas comprendieran esto cuando se dirigió a ellas el martes: «Estamos en 2022. Tenemos pruebas concluyentes. Hay imágenes satelitales. Y podemos realizar investigaciones completas y transparentes».

Como Enrique V en 1415, Zelensky reconoce una ventaja cuando la ve. Aunque las imágenes satelitales no sean tan decisivas como una rama de tejo de dos metros y un trozo de cuerda de cáñamo, si puede utilizarlas de forma inteligente, puede obligar a Putin a entablar conversaciones mucho antes de lo que le gustaría al presidente de Rusia.

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