El arribo de gran número de niños migrantes pone a prueba a las escuelas de Nueva York
Damien, de 5 años, estaba sumamente emocionado al salir de un albergue para personas sin hogar en Manhattan, en ocasiones corriendo y dando saltos por la acera en compañía de su madre nostálgica, una inmigrante de Ecuador.
Kimberly Carchipulla desea que su hijo tenga un futuro, señaló, uno de casi 800,000 alumnos de escuelas públicasde la ciudad de Nueva York que acudieron a clases el jueves para su primer día del nuevo año escolar.
Eso es lo que también quieren los funcionarios escolares, mientras las aulas de la urbe laboran para dar cabida a casi 20,000 niños migrantes recién llegados a Estados Unidos. Esa cifra podría incrementarse, ya que un número récord de familias están cruzando la frontera sur desde México con la esperanza de obtener asilo.
Varias ciudades estadounidenses de gran tamaño han pasado apuros para acoger a muchos miles de solicitantes de asilo que han atestado los albergues para indigentes tras ingresar al país.
El sistema de albergues de la ciudad de Nueva York se ha visto especialmente abrumado, pero el alcalde Eric Adams ha procurado garantizarles a los padres y a los grupos comunitarios que las casi 1,900 escuelas de la urbe —que tienen añejos antecedentes de darle la bienvenida a inmigrantes con habilidades limitadas en el manejo del inglés— están bien preparadas para proporcionarles una buena recepción en los salones de clases a los niños migrantes.
El enorme sistema de escuelas públicas cuenta con unos 3,400 profesores autorizados para enseñar inglés como segunda lengua, y más de 1,700 profesores bilingües certificados que dominan el español, el idioma que hablan la mayoría de las familias migrantes, según David C. Banks, canciller de Educación. A algunos planteles que se prevé recibirán un número mayor de estudiantes radicados en albergues se les está dando más financiamiento, con 110 millones de dólares asignados para necesidades inmediatas.
“Estamos dándole la bienvenida a todos estos nuevos estudiantes migrantes a nuestras escuelas con los brazos abiertos”, declaró Banks el jueves, durante una ceremonia por el primer día de clases en una escuela pública del distrito del Bronx. “Sabemos que es un asunto político de mayor alcance, y el alcalde y otros tienen que manejarlo. Pero cuando se presenten en nuestras escuelas, van a recibir lo mejor que tenemos”.
Esa es una noticia alentadora para Carchipulla y su hijo.
En sus momentos más tranquilos mientras se dirigía a la escuela, a Damien le preocupaba si podría entenderle a su profesora o hacer nuevos amigos con facilidad.
Durante los últimos dos meses, su familia ha estado viviendo en una habitación del histórico Hotel Roosevelt de Manhattan, que tras años de haber estado cerrado fue convertido este año en un albergue operado por la ciudad para migrantes recién llegados, quienes esperan encontrar trabajo y una vida mejor para sus hijos.
La preocupación inmediata de Carchipulla era llevar a Damien a clases temprano, desplazándose en un autobús municipal y a pie para llegar a su escuela, ubicada a 75 manzanas de distancia en East Harlem. Una gran cantidad de familias estaban frente a las puertas de la escuela, a la espera de que les permitieran ingresar.
En semanas recientes, su madre, de 22 años, ha oscilado entre el júbilo y la inquietud, preocupándose especialmente por la capacidad de su hijo para seguirle el paso a sus compañeros de clase. Y alberga esperanzas de que haya buenos profesores en la escuela nueva de Damien, maestros que sean amables y pacientes.
Han sido unos meses difíciles para la familia, luego de que tuvieron que dejar atrás a sus parientes en su pequeña ciudad ecuatoriana, ubicada a unos 160 kilómetros (100 millas) al sur de la ciudad de Guayaquil. En meses recientes, Ecuador ha enfrentado una creciente ola de violencia e inestabilidad política.
“Llegué a un lugar donde no tenía familia. Fue duro y lloraba porque eran momentos duros y difíciles, porque ya sabía que ya no voy a ver a mi familia”, comentó Carchipulla. Organizaciones sin fines de lucro como la New Immigrant Community Empowerment, mejor conocida como NICE, han ayudado a las familias a trabajar para alcanzar estabilidad.
Los cruces fronterizos ilegales disminuyeron agudamente desde que el gobierno del presidente Joe Biden introdujo nuevas restricciones en mayo. Pero las cifras están elevándose de nuevo, ahora impulsadas por la llegada de familias con niños. Según datos preliminares de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, agosto fue el mes en el que se han efectuado más aprehensiones de familias migrantes con niños que cruzan la frontera desde México.
Las familias con niños representan ahora aproximadamente la mitad de los arrestos de personas que cruzan la frontera ilegalmente desde ese país latinoamericano, con más de 91,000 arrestos en agosto, según un funcionario federal estadounidense que habló a condición de guardar el anonimato porque carece de autorización para declarar sobre cifras.
Es un incremento drástico en comparación con los 60,161 arrestos en julio y 39,305 en junio. La cifra de agosto rebasó el récord previo de 84,486 en mayo de 2019. En total, los arrestos por cruces ilegales desde México superaron los 177,000 en agosto, señaló el funcionario, un aumento con respecto a 132,652 en julio y 99,539 en junio.
La ciudad de Nueva York ha recibido a 112,000 desde la primavera de 2022, de los cuales casi 60,000 viven temporalmente en albergues del gobierno.
Grupos activistas están observando muy de cerca cómo responden las escuelas de la ciudad al flujo de migrantes, pero se solidarizan con funcionarios municipales, que siguen solicitando más dinero a Albany, la capital del estado de Nueva York, y a la Casa Blanca.
“Cualquier ciudad pasaría apuros para recibir el gran número de niños que están llegando de una sola vez, que también están aprendiendo inglés, y que viven en moradas temporales o en albergues temporales”, dijo Natasha Quiroga, directora de políticas educativas en el Centro de Asuntos de la Ciudad de Nueva York, el cual pertenece a la universidad The New School.
“La ciudad ha intentado crear una especie de plan, pero simplemente aún no hay suficiente allí, no hay suficientes recursos para atender a todos”, declaró.
En el primer día de clases hubo algunos problemas aislados, señaló Quiroga, la mayor parte de ellos relacionados con el papeleo de las inscripciones. Hubo ciertos reportes de largas filas en algunos planteles, pero eso suele formar parte del caos normal en el primer día del año escolar, añadió.
Cuando recientemente llevó a cabo un taller en el Hotel Roosevelt, se presentaron más de 100 personas.
“El sistema educativo estadounidense y el sistema educativo de la ciudad de Nueva York son increíblemente complicados y muy distintos a los de otros países”, comentó Quiroga.
Cuando el esposo de Carchipulla mencionó la idea de partir hacia el norte, sugirió hacerlo solo. Pero ella insistió en que permanecieran juntos.
Su marido sólo ha podido hallar trabajo ocasionalmente, como algunos empleos temporales en sitios en construcción. Esperan que él pueda obtener un permiso de trabajo lo más pronto posible. Kimberly también quiere laborar, pero tiene dos niños pequeños que no pueden quedarse solos.
Carchipulla sueña con que su hijo llegue a ser un profesional, y que tal vez algún día se una a las masas de personas que caminan apresuradamente portando traje, corbata y zapatos recién lustrados.
Su madre sonrió mientras Damien hablaba, y luego rio cuando el niño recitó algunas palabras en inglés.
“Es más fácil para él ir aprendiendo el inglés”, dijo Carchipulla, “y cualquier cosa que (ella) no entienda, él me puede ayudar”.
Para el primer día de clases, Damien tenía planes más sencillos: “quiero conocer amigos”, señaló, “y quiero aprender inglés”.