¿El fin del ayatolá? Irán tambalea mientras crecen complots internos contra Jamenei

Las grietas en el régimen iraní, durante décadas caracterizado por una férrea represión interna y una retórica desafiante hacia Occidente, comienzan a hacerse visibles desde adentro. Según un reporte explosivo publicado por The Atlantic, funcionarios iraníes de alto rango, incluidos empresarios, figuras militares, clérigos influyentes y hasta familiares, están considerando la destitución del ayatolá Ali Jamenei como Líder Supremo de Irán. No es una conspiración cualquiera. Es, potencialmente, el preludio del colapso de uno de los pilares ideológicos más rígidos del mundo islámico contemporáneo.
Los ataques recientes de Estados Unidos e Israel a instalaciones nucleares iraníes parecen haber acelerado un proceso de desgaste que ya existía, aunque de forma latente. Voces dentro del poder reconocen que “los días de Jamenei están contados” y que, incluso si permanece en el cargo, “no tendrá poder real”. Estas palabras, atribuidas a una fuente anónima citada por The Atlantic, no son simples especulaciones, son el reflejo de una fractura política y espiritual en el núcleo mismo del poder iraní.
Lo que resulta aún más revelador es que la desconfianza ya se había instaurado antes de los ataques. Las élites iraníes llevan tiempo debatiendo el futuro del país a espaldas de Jamenei, y algunos ya están en contacto con actores europeos. Mientras tanto, se barajan nombres como el del expresidente Hassan Rouhani para futuros puestos clave, aunque se aclara que no participa directamente en el plan contra el Líder Supremo.
La Asamblea de Expertos, el cuerpo clerical encargado de elegir y destituir al Líder Supremo, sería la vía formal para su remoción. Sin embargo, en medio de bombardeos y una atmósfera de paranoia, convocar a dicha asamblea suena más a fantasía que a posibilidad. Según el New York Times, Jamenei ha restringido todas las comunicaciones electrónicas y solo se comunica con comandantes militares a través de un asesor de confianza, temiendo por su vida. En otras palabras, gobierna desde las sombras de su propio miedo.
En un acto de previsión, o de resignación, el ayatolá ya habría nombrado a tres clérigos como posibles sucesores en caso de ser asesinado. Este dato, también revelado por el New York Times, evidencia que incluso el propio Jamenei percibe que su tiempo se agota. Y no solo por la presión externa, sino porque la descomposición del régimen parece venir desde dentro.
Algunos sectores del poder iraní, en una señal de pragmatismo, estarían incluso dispuestos a negociar directamente con el presidente Donald Trump, mientras otros claman por una respuesta contundente a los ataques aéreos. Esa dualidad refleja la falta de cohesión en la cúpula iraní; un régimen fragmentado, inseguro, atrapado entre el deseo de supervivencia y la necesidad de redefinir su identidad ante un mundo que ya no le teme como antes.
La posible caída de Jamenei no es solo un asunto interno de Irán. Tiene implicaciones globales. Reconfiguraría las alianzas en Oriente Medio, debilitaría el llamado “Eje de Resistencia” y ofrecería una rara oportunidad para la apertura democrática, si es que las fuerzas que buscan el cambio no están motivadas solo por la ambición, sino por un deseo real de reforma.
Mientras tanto, la incertidumbre reina en Teherán. Los complots se multiplican, las comunicaciones se reducen a susurros y el poder se ejerce con la misma fuerza con que se disuelve. El liderazgo de Jamenei, otrora incuestionable, parece ahora más vulnerable que nunca.
Y cuando un régimen empieza a temer más a sus propios fieles que a sus enemigos externos, el reloj del poder comienza a marcar su cuenta regresiva.