El papa pidió perdón en Canadá por abusos sexuales y exigió acciones fuertes
Quebec (Canadá)(EFE).- Durante el rezo con obispos y religiosos en la catedral de Notre Dame de Quebec, el papa Francisco pidió de nuevo este jueves perdón por el mal que perpetraron hombres de la Iglesia católica en Canadá contra los indígenas y «por los casos de abusos sexuales», que —dijo— «son crímenes que requieren acciones fuertes y una lucha irreversible».
«La Iglesia en Canadá, después de haber sido herida y desolada por el mal que perpetraron algunos de sus hijos, ha comenzado un nuevo camino. Pienso en particular en los abusos sexuales cometidos contra menores y personas vulnerables, crímenes que requieren acciones fuertes y una lucha irreversible», expresó Francisco durante su quinto día de viaje en el país.
El pontífice quiso «pedir nuevamente perdón a todas las víctimas». «El dolor y la vergüenza que experimentamos debe ser ocasión de conversión, ¡nunca más!», aseveró.
«Y, pensando en el camino de sanación y reconciliación con los hermanos y las hermanas indígenas, que la comunidad cristiana no se deje contaminar nunca más por la idea de que existe una cultura superior a otras y que es legítimo usar medios de coacción contra los demás», añadió.
En su primera etapa del viaje en Maskwacis, en Edmonton, el papa pidió «humildemente» perdón por las responsabilidades de la Iglesia en aquellos internados, gestionados por instituciones católicas, creados para los «procesos de asimilación» y en los que sufrieron todo tipo de abusos cerca de 150.000 niños indígenas, miles de los cuales murieron por los maltratos y enfermedades.
El papa recordó la figura del obispo canadienses san François de Laval, que —explicó— «se enfrentó contra todos los que degradaban a los indígenas induciéndolos a consumir bebidas para engañarlos».
«No permitamos que ninguna ideología enajene y confunda los estilos y las formas de vida de nuestros pueblos para intentar doblegarlos y dominarlos», añadió.
Destacó que para «acabar con esta cultura de la exclusión» deben empezar los religiosos y no sentirse «superiores a los hermanos y a las hermanas del Pueblo de Dios» y trabajar «serenamente en la inculturación, que valora a cada uno y a cada diversidad cultural y religiosa».