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Empleados británicos sabotean robots por temor a perder sus empleos

El profesor ha declarado que “hemos oído historias de empleados que dificultaban el trabajo de los robots, y actos menores de sabotaje”, además asegura que “no les siguen la corriente”
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EE.UU.- Los empleados británicos sabotean a los robots que se han incorporado en los centros de trabajo por miedo a que les quiten su puesto, dificultando que realicen sus actividades o sin interactuar con ellos, como recoge un estudio de la universidad De Monfort, de Leicester (Reino Unido).

Un estudio realizado por el profesor de Trabajo, Empleo y Habilidades, Jonathan Payne, de la Universidad De Monfort de Leicester, y Caroline Lloyd, de la Universidad de Cardiff (Reino Unido), ha señalado que los británicos “parece que tienen un problema con la difusión y la asunción de la tecnología”, en palabras de Payne.

El profesor ha declarado que “hemos oído historias de empleados que dificultaban el trabajo de los robots, y actos menores de sabotaje”, además asegura que “no les siguen la corriente”.

Payne lo achaca al hecho de que los negocios británicos son menos propensos a entenderse con sus trabajadores y a explicarles por qué quieren hacer uso de máquinas en el entorno laboral. Esto, afirma, que puede llevar a un alto nivel de resentimiento hacia los robots.

El estudio, titulado Repensar los efectos del país: robótica, Ia y futuros laborales de Noruega y Reino Unido, hace una comparativa entre el uso de robots en aspectos sanitarios en Reino Unido y Noruega, ha concluido que los trabajadores británicos se oponen a la introducción de robots en el ámbito laboral. En contraste con Noruega, donde son tan aceptados que incluso reciben nombres afectivos y son bienvenidos por los empleados.

El motivo que lleva en Reino Unido a estos trabajadores a sabotear a los robots es el miedo a perder su empleo. Un informe de Oxford Economics recoge que en el mundo alrededor de 2,25 millones puestos de trabajo han sido sustituidos por robots, tres veces más que hace veinte años. Además, predice que en 2030 las máquinas habrán sustituido a alrededor de 20 millones de personas.

Ya existen lugares de trabajo en los que se han introducido a los robots como un empleado más en sustitución a una persona, como es el caso de los cajeros de supermercado que están siendo sustituidas por máquinas que realizan el mismo trabajo, o de los robots que patrullan las instalaciones en lugar de los vigitalantes o que realizan trabajos de reparto.

La falta de comunicación de las empresas con los empleados, y de explicaciones sobre por qué quieren introducir robots, puede conducir a un mayor nivel de resentimiento hacia los robots, sumado al que causa la propia sustitución del puesto de trabajo, lo que en ocasiones ha resultado en supuestos ataques a las máquinas, como el ocurrido a un robot de patrulla desarrollado por KnightScope que acabó hundido en una fuente “en extrañas circunstancias”, como recogió The Telegraph, o de intentos de robos, como los denunciados por Starship Technologies de los máquinas de reparto.

Los primeros sabotajes de la Revolución Industrial

Sin embargo, estos empleados británicos no son pioneros en el acto de sabotaje contra las máquinas, pues ya en la Revolución Industrial, en el siglo XIX, se llevaron a cabo actos similares, como recoge Raymond August en su estudio Corpus Juris Roboticum.

De acuerdo con el profesor de robótica industrial en el Centro de Gestión de Entrenamiento de Berenschot en Holanda, Gerrit Nijland, los trabajadores británicos sabotearon las nuevas máquinas textiles por miedo a que estas les sustituyeran en sus tareas laborales y les quitaran su puesto de trabajo. Nijland afirma que las formas más comunes de sabotaje eran las de ralentizar las máquinas introduciéndoles piezas en un orden distinto al adecuado.

En otras ocasiones, explica, los trabajadores reparaban de forma incorrecta los robots, extraviaban piezas sueltas o ponían arena en el aceite que lubricaba las máquinas para que funcionaran. “Llevando a cabo estos actos, los trabajadores esperaban crear una insatisfacción en la gestión con robots”, afirma el profesor.

De acuerdo con August, el origen de estos sabotajes se encuentra en el miedo de los trabajadores a perder sus empleos al ser reemplazados por las máquinas, hecho que refuerzan los analistas que pintan una imagen derrotista económicamente para los trabajadores.

Para protegerse de ello, algunos sindicatos demandaron concesiones a las empresas para los trabajadores. Así, Nissan Motor Company firmó un acuerdo en 1983 con sus 47.000 miembros de que prohibiría a la empresa despedir a sus trabajadores cuando incorporara robots u otro tipo de tecnologías de automatización relacionadas a sus instalaciones.

El primer robot comercial lo lanzó Unimation en 1961 y en 1988, año de realización del estudio de August, ya existían entre 15.000 y 80.000 robots en el mundo, más de la mitad en Japón y el resto repartidos entre Estados Unidos y el Oeste de Europa. Todos ellos se utilizaban tanto a nivel laboral como a nivel doméstico.

En el terreno laboral, fueron las empresas automovilísticas las que comenzaron a introducir estas nuevas máquinas en sus establecimientos. Así, en 1988 Volkswagen ya contaba con 550 robots en sus instalaciones automovilísticas y General Electric se encontraba fabricando siete modelos diferentes para usarlos en todo tipo de zonas de montaje. Además, el Hero 1 Personal Robot de Halth Company ya se estaba haciendo popular con Rolls Royce.

En el estudio August asegura que estos robots industriales eran entonces dispositivos mecánicos estáticos simples con controles electrónicos con los que podían ser reprogramados para ajustarse a diferentes tipos de trabajos. Otros eran dispositivos móviles capaces de realizar tareas peligrosas para los humanos.

Así, explica que uno de los robots que hasta el momento -en el marco de su estudio- había recibido la tarea más peligrosa era el denominado robot ‘carretilla’ de reclutamiento de la armada británica que se controlaba a distancia y contaba con una pistola. El 30 de abril de 1984 el dispositivo acabó con un asedio de dos semanas a la embajada Libia en Londres al derribar su puerta.

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