Entrenador le decía que le inyectaba complejo B, cuando en realidad era esteroides
Joel David Ortiz Mejía estaba contando las horas y los minutos para ir a su cita soñada: firmar con un equipo de pelota de Grandes Ligas. Ya le faltaban dos días para presentarse ante quienes lo habían tomado en cuenta para convertirlo en otro dominicano más en la Major League Baseball (MLB), cuando unos mareos comenzaron a dar señales de que algo no andaba bien.
Llevarlo al médico era lo que procedía. Su madre Yesenia Mejía, así lo hizo. Cada día estaba peor. No pudo ir a su cita con el éxito, porque la vida le tenía otra reservada, pero esta vez, en un centro médico.
Cayó en cama y el diagnóstico fue devastador. Un documento facilitado por la familia a LISTÍN DIARIO y que fue elaborado por los médicos que le atendieron en principio, da cuenta de que: “El paciente fue medicado sin tener el consentimiento de sus padres. A raíz de esta medicación presenta un deterioro en la función renal que al empeorar no da tiempo a realizar biopsia renal, por tener riñones pequeños y entra en programa de HD crónica”.
Esta cita la corrobora su madre cuando dice que, a raíz de esto, su hijo, de entonces 16 años, inicia el proceso de diálisis en la Clínica de Medicina Familiar Doctor Franklin Peña en programa de Hemodiálisis Crónica. Iba tres veces por semana desde el 17 de mayo de 2021 hasta la actualidad. Previo a ello, el 11 de abril del mismo año, a Joel David le habían colocado un catéter temporal en femoral izquierdo para, a través de éste, darle la diálisis. Antes de esto, presentaba náuseas, vómitos, disnea, hipertensión arterial y dolor de pecho. Cada día era una prueba más para él y su familia. Las lágrimas, la angustia, la desesperanza y la impotencia eran las fieles “compañeras” de ellos.
“Era pitcher, tiraba a 93 millas. Era un fenómeno a su edad, con sólo 16 años. Estaba entre los jóvenes a firmar el dos de julio de 2020. Le hicieron un ofrecimiento de 700 mil dólares y uno de los entrenadores dijo que valía más y mire dónde llegó el valor”. Esto lo cuenta triste. No es para menos. A partir de entonces, su hijo no ha salido de una: ha estado tres veces en Cuidados Intensivos, inclusive, en una de las ocasiones, con un coma inducido por Covid-19. “No tenía esperanza de vida, pero Dios tiene un propósito con él”. Yesenia tiene fe.
El tiempo pasaba y la situación del joven, que ya tiene 19 años, empeoraba. Para sobrevivir, era necesario someterlo a un trasplante de riñón. “Ya cuando casi llega el momento, descubren que mi hijo tiene un problema en un pulmón y que hay que operarlo.
No quiero ni recordar eso”. Revive el momento. Afortunadamente, no hubo que hacerle la cirugía. Pero lejos de celebrar por esta buena noticia, Yesenia vuelve a sumergirse en un mar de lágrimas al saber que su hijo había cogido una bacteria que le dañó la válvula mitral. Ahora necesita una cirugía de corazón abierto que está pautada para el 18 de mayo próximo. “A los padres que tengan hijos en este deporte, que se mantengan atentos”
La experiencia que ha vivido la familia de Joel David, que lleva más de dos años sufriendo en carne propia los efectos del uso desmedido de esteroides, no se la desean a nadie. Con todo y su madre Yesenia Mejía estar vigilante de su hijo cuando estaba en entrenamiento, este se convirtió en una víctima de la avaricia de quien le decía que le inyectaba complejo B, cuando en realidad eran esteroides. Para entonces él tenía de 16 años.
“Yo lo orientaba y le decía a Joel que tuviera cuidado, que no se dejara poner nada, y él, muy inocente me decía: ‘No, mami, es complejo B que él me pone. Lo tenía engañado, y nunca me pidió permiso a mí, pese a que yo siempre le dejaba claro que mi hijo era menor de edad, y mire hasta dónde llegó esto”.
Le duele por todo lo que ha tenido que pasar el joven que hoy tiene 19 años, pero no descansa en su afán por verlo bien.
Yesenia no descansa en su búsqueda de ayuda para salvar la vida de Joel. Esto motivó la pregunta de que si el entrenador que le provocó esta situación de salud se ha hecho cargo de al menos algunos de los gastos.
“Para nada. Nunca ha preguntado ni cómo está de salud. Nunca nos ha buscado para dar la cara, imagínate, ya no se va a beneficiar de mi hijo”. Lo dice desilusionada.
Eso sí, que, al preguntársele el nombre de la persona, con valentía dijo: “No le tengo miedo, pero prefiero callar. Solo quiero concentrarme en la salud de mi hijo, de verdad que es lo único que me importa”. Está entregada en cuerpo y alma a su cuidado.
Después de la cirugía del corazón, pautada para el 18 de mayo próximo, Joel será sometido a un trasplante de riñón. El procedimiento renal de este joven que soñó con ser pelotero se establecerá dependiendo de la recuperación que tenga luego de que le cambien la válvula mitral.
Su padre, que reside en España, quiere ver cómo logra llevárselo a ese país europeo para que reciba allá su trasplante. “Se están haciendo todas las diligencias, pero en caso de que haya que hacerlo aquí, sería buscar un donante para el riñón, y si hay que pedir para salvar a mi hijo, yo misma lo haré”. Yesenia dice esto porque aunque han gastado hasta lo que no tienen, deja claro que cuenta la historia de su hijo para orientar al respecto, no para pedir.
“Yo lo que gano es un sueldo mínimo, y sé que cada vez que lo hemos internado ha habido que hacer muchos gastos, pero hemos echado para adelante, y continuaremos haciéndolo para que Joel se recupere, con la gracia de Dios”. No se lamenta por lo económico, solo le importa la salud de su amado hijo.
El viacrucis ha sido de la familia completa. La madre recuerda que cuando pasó todo esto, ella estaba recién operada y era una hermana suya la que andaba con el entonces adolescente. Le ocultaban información. “No lo querían internar en ningún centro, decían que no tenían disponibilidad de intensivo, pero era entendible, él estaba muy mal”. Solo pensar en eso la entristece.
Cuando se entera de que su hijo estaba tan mal, la madre se olvida de su propio dolor para dedicarse a buscar la forma de que lo internen en algún centro. Finalmente, lo logran, había que dejar un depósito de dinero que no tenían.
Un médico se hizo responsable y pudieron ingresarlo. Salió mejor, pero todos estaban conscientes de que no seguía bien.
No se equivocaron. Hoy a más de dos años de los “simples” mareos que sintió, Joel sigue su lucha para sobrevivir a los efectos del uso desmedido de esteroides.