Filtraciones apuntan a posibles ataques selectivos de EE. UU. en Venezuela

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Estados Unidos no ha anunciado una invasión a gran escala de Venezuela, pero múltiples reportes de medios como Bloomberg, NBC y AP revelan que Washington estudia ataques limitados dentro de territorio venezolano contra objetivos de narcotráfico, sin que aún exista una orden presidencial.

En septiembre ya se produjeron golpes a embarcaciones que salían de Venezuela y se desplegaron destructores y otras unidades en el Caribe, una señal de preparación militar que eleva la probabilidad de acciones adicionales de alcance limitado. Caracas, por su parte, denunció públicamente una “amenaza militar inmoral” y anunció contramedidas, reforzando la idea de que se prepara para escenarios de choque.

La probabilidad de ataques puntuales con drones o misiles dentro de Venezuela en las próximas semanas es alta, mientras que la de una invasión convencional sigue siendo baja por su costo logístico y político.

Las razones de Washington combinan tres vectores principales. Primero, el narcotráfico se presenta como una amenaza de seguridad nacional, especialmente por su vínculo con la crisis del fentanilo, lo que reduce el umbral político para emplear fuerza a distancia; segundo, la “ventana de oportunidad” militar abierta con el despliegue de destructores Aegis, un submarino y aviones F-35 en el Caribe permite un golpe rápido; y tercero, existe una estrategia de presión para elevar los costos del régimen de Nicolás Maduro y de las redes criminales asociadas, sin plantear un cambio de gobierno explícito.

Las filtraciones en medios revelan un patrón de “globo de ensayo”. Primero, trascendieron planes no firmados, luego detalles operativos sobre el posible uso de drones y un plazo de ejecución de semanas, mientras la retórica oficial se endurecía en foros como la ONU. Medios como AP y Reuters se centran en hechos verificables (ataques a barcos, dudas legales y despliegues), Al Jazeera destaca la denuncia de soberanía y WLRN examina las rutas de narcotráfico, conformando un mosaico que sugiere que las filtraciones buscan legitimar operaciones de contranarcóticos más que una guerra abierta.

En un horizonte de dos a seis semanas se perfilan cuatro escenarios. Ataques puntuales dentro de Venezuela (escenario base y más probable), una escalada marítima sostenida con interdicciones letales, una expansión regional limitada con apoyo de países vecinos y, con muy baja probabilidad, una campaña mayor de ocupación.

Los riesgos incluyen tensiones legales en EE. UU., un aumento del nacionalismo venezolano, migración forzada y volatilidad en los mercados energéticos.

Para medir la inminencia conviene seguir señales como un cambio de vocabulario oficial que autorice hostilidades, movimientos adicionales de destructores o aviones, nuevas filtraciones con listas de objetivos y la respuesta de organismos como OEA o CELAC. En síntesis, la inminencia de golpes limitados es alta; la de una guerra abierta, baja. Todo indica que se prepara una campaña de castigo y disuasión contra redes criminales, no una operación de ocupación, y la ventana crítica para confirmar si las filtraciones son un globo de ensayo o la antesala de ataques intraterritoriales se ubica en las próximas semanas.

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