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Gobernador, Puerto Rico pide su renuncia

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El pueblo de Puerto Rico se ha expresado con elocuencia. El clamor ciudadano que recorre todos los rincones de este país hace imperativo conseguir una respuesta. En esta hora de angustias e incertidumbres el peso de la responsabilidad recae sobre el gobernador Ricardo Rosselló.

Nunca antes en la historia de nuestra isla se había registrado una manifestación de tan enorme significado aquí y afuera del país. La gente ha elevado la voz para pedirle a su máxima autoridad ceder paso a las soluciones imperativas para el desarrollo emocional, social y económico de los hombres y mujeres que habitan esta bendita tierra.

El pueblo puertorriqueño lo ha exigido: gobernador renuncie. Ese es el paso correcto que con humildad Ricardo Rosselló tiene que dar, en expresión de amor a su gente que desde las urnas le dio el voto de confianza y que hoy está quebrado irremediablemente.

No debemos esperar otra cosa del mandatario. Estamos seguros de que posee la nobleza para reconocer que su gobernación ha terminado. Y de que su decisión de renunciar a la presidencia del Partido Nuevo Progresista y a aspirar a la reelección no basta para atender el reclamo de indignación de la sociedad puertorriqueña.

Esta es una hora dolorosa, tanto para Puerto Rico como para el gobernador y su familia. Ha sido la indignación profunda, por tantas frustraciones acumuladas por días, meses y años, la que ha movido a todo un pueblo a romper los lazos de confianza con su gobernante.

Este reclamo, que ya es un hito en la historia puertorriqueña, debe ir acompañado de la respuesta digna y ennoblecedora de la dimisión.

Ni siquiera es una solución someter al propio mandatario, a su familia, al resto del gobierno y al pueblo a un largo proceso de residenciamiento ante las cámaras legislativas. Este camino se prolongaría por meses y podría hasta incrementar el malestar social.

La Legislatura ha tenido ante sí un desafío que también la ubica en el eje de la solución a esta lamentable crisis. Hace dos semanas que estalló la crisis y la Legislatura solo ha demostrado falta de voluntad para encaminar el juicio político al que está obligada constitucionalmente. Incluso, el presidente de la Cámara de Representantes, Carlos Méndez, sabe que encomendarle la evaluación por diez días a un grupo de juristas es un paso innecesario en el proceso. Ha sido evidente también el desapego del líder senatorial, Thomas Rivera Schatz, ante el serio reclamo del pueblo.

Se acabó el tiempo de los egoístas cálculos políticos y del ominoso silencio de las verdaderas respuestas que demanda nuestra apremiante situación.

Mantener la inestabilidad obstaculiza la transformación económica y social. Las relaciones entre Puerto Rico y Washington están en un nivel precario, de cara al esfuerzo de recuperación. La isla necesita recuperar sus vínculos y su credibilidad con Washington.

Richard Nixon lo expresó con claridad al momento de abandonar la presidencia. “Estados Unidos necesita a un presidente a tiempo completo y a un Congreso de tiempo completo, sobre todo en este momento los problemas que enfrentamos en el país y en el extranjero”. Ese fue el histórico reconocimiento de poner a Estados Unidos primero sobre su persona.

Puerto Rico ha hablado, no solo como una voz fuerte, amplia y unida, sino como la voz que tiene la razón. El Nuevo Día acoge el clamor de nuestra gente. El momento precisa definiciones. Con un gesto de nobleza y humildad el gobernante debe dejar el cargo.

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