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Huella dejada cada vez que te haces un ‘selfie’ y das un ‘like’ en las redes sociales

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Nélida Fernández

Las redes sociales contaminan, y lo hacen cada vez más porque los seres humanos que habitan el planeta hoy en día son cada vez más adictos al mundo virtual y la mayoría desconoce que cada selfie y cada like emanan toxicidad.

El problema es que la palabra contaminación se suele asociar al humo que sale de los vehículos o de las fábricas, a los desechos plásticos en las playas, a la basura nuclear o a los derrames de aceite o petróleo en los mares y océanos. Nadie piensa en los gases de efecto invernadero que deja en la atmósfera el chequear los comentarios de Twitter o los vídeos de Tiktok y de YouTube.

Y de esa adicción también se valen todos los vendedores de productos de todo tipo que saben que las nuevas generaciones ya no ven televisión pero sí las redes sociales, por lo que el consumo de artículos contaminantes de la industria de la ropa o de los alimentos bombardean las pantallas que están anexadas a las mentes de los jóvenes. Las redes sociales contaminan al generar la liberación de dióxido de carbono con cada interacción.

Las redes sociales contaminan, y lo hacen cada vez más porque los seres humanos que habitan el planeta hoy en día son cada vez más adictos al mundo virtual y la mayoría desconoce que cada selfie y cada like emanan toxicidad.

El problema es que la palabra contaminación se suele asociar al humo que sale de los vehículos o de las fábricas, a los desechos plásticos en las playas, a la basura nuclear o a los derrames de aceite o petróleo en los mares y océanos. Nadie piensa en los gases de efecto invernadero que deja en la atmósfera el chequear los comentarios de Twitter o los vídeos de Tiktok y de YouTube.

Y de esa adicción también se valen todos los vendedores de productos de todo tipo que saben que las nuevas generaciones ya no ven televisión pero sí las redes sociales, por lo que el consumo de artículos contaminantes de la industria de la ropa o de los alimentos bombardean las pantallas que están anexadas a las mentes de los jóvenes.

Resulta que cada vez que se hace click para descargar videos o fotos se generan emisiones de carbono que, al multiplicarse por millones de usuarios, causan un verdadero impacto ambiental. La contaminación que producen las redes sociales es derivada del alto consumo de electricidad que se genera cuando el usuario pide información al servidor, en especial si se trata de material multimedia.Entonces, cada video, cada imagen, cada gráfico que se solicita, es una pesada y contaminante demanda de electricidad que es liberada por el servidor.

YouTube, exitosa plataforma en la que se suben y comparten videos, es también considerada una red social que genera una buena cantidad de emisiones contaminantes porque se basa en la difusión de videos y audios, muchos de los cuales son en transmisiones en directo.Ver 10 minutos de videos en esta tribuna virtual genera 1 gramo de dióxido de carbono (CO2), una cantidad que tal vez no luzca muy tóxica a primera vista, pero que al multiplicarse por los 2.500 millones de usuarios que miran los más de cinco millones de materiales audiovisuales por mucho más de ese tiempo, el impacto es notable.

El sitio WebsiteToolTester estimó el año pasado que YouTube produce en promedio unos 700 millones de kilos de dióxido de carbono al año, Twitter casi 59 millones, Facebook más de 48 millones y tiktok más de 12.

En comparación, la super contaminante industria de producción de petróleo y sus derivados como la gasolina o el polietileno, genera 8,4 millones de toneladas de dióxido de carbono al año.

El problema es que el cliqueo, que además crece cada día con la incorporación de nuevos usuarios en todas las redes sociales, aumenta millones de veces al día por año, lo que puede arrojar un número hostil que no van a querer ver los amantes de estas populares plataformas.

Sin embargo, se ha demostrado que es posible sostener una red social que no cause tanta contaminación como Instagram o Linkedin.

La escena se repite millones de veces día a día: El dedo pasa a través de videos, fotos o escritos en la pequeña pantalla del celular. Repentinamente aparece un aviso de perfumes, de vehículos o de aseguradoras privadas. Es una información que apareció de forma sorpresiva, no la hemos pedido ni seguimos esa cuenta. Eso también es contaminación.

Porque la toxicidad de las redes no se limita a la liberación de CO2. Hay una polución que no contribuye directamente con el calentamiento global que se llama contaminación visual que es aquella que altera la armonía de lo que vemos.

El número de usuarios de las redes sociales crece por segundos. Muchas personas, en su mayoría jóvenes, están aprendiendo a relacionarse a través de estos espacios virtuales y son receptores de una gran cantidad de publicidadque lleva a muchos a consumir productos de industrias altamente contaminantes como la textil.

Estudios recientes han demostrado que la exposición a un exceso de publicidad hace que las personas prioricen valores materialistas que dejan a un lado la necesidad de cuidar el medio ambiente.

La contaminación visual de las redes sociales es la misma que se observa en las calles, con las inmensas vallas publicitarias, pantallas con luces de neón que titilan y encandilan, solo que en este caso, ese encandilamiento aparece en la pantalla del celular o la computadora, sin necesidad de salir de casa.

Asimismo, se consideran “contaminadores visuales” a aquellos usuarios de las redes que etiquetan a las personas en fotos en las que se están vendiendo productos, los que solo se dirigen a algunas personas solo para ofrecerles algún negocio o quienes llenan las redes con decenas de publicaciones en poco tiempo.

Lo mejor entonces es que los usuarios estén alertas a las situaciones en las que están tratando de venderles algo que ellos no desean, sea un producto, una idea o una persona para evitar no solo la contaminación sino también para evitar otras toxicidades que atañen directamente al individuo.

Sin embargo, paradójicamente, las redes sociales también ayudan a denunciar las prácticas contaminantes que se desarrollan en el mundo y son tomadas en cuenta como importantes medidores de opinión pública por muchos gobiernos que procuran tomar acciones para disminuir el impacto ambiental negativo de los procesos industriales.

Un grupo de investigadores de varias instituciones académicas, incluyendo el Instituto de Política Energética de la Universidad de Chicago, reveló en octubre de 2022 que las denuncias públicas en las redes sociales redujeron las violaciones a las normas ambientales en 60 % y disminuyeron la contaminación de aire y agua en 12,2 % y 3,7 %, respectivamente.

En cualquier caso, y como es poco probable que las redes sociales desaparezcan, los usuarios que se preocupan por el medio ambiente deben saber cómo adoptar costumbres que ayuden a que la contaminación que proviene de estas plataformas sea menos dañina.

Entre esas acciones se cuentan:

  • Ser más consciente a la hora de enviar reacciones a las publicaciones porque cada like, comentario o foto que se “sube” a las redes genera una descarga de CO2. Cada selfie, por ejemplo, emite 5 gramos de CO2.
  • Intentar adoptar un horario para dedicar a las redes sociales un tiempo determinado. Este hábito también ayudaría a evitar procrastinar los deberes laborales o familiares.
  • También es saludable, tanto para el planeta como para los usuarios, agendar un día libre de redes sociales.
  • Eliminar las notificaciones al teléfono de las redes sociales que alertan sobre post de personas que se siguen.
  • Bloquear contenidos que no nos interesa o que consideramos ofensivo.
  • Ver videos por el celular es más costoso y demanda el doble de energía. Se recomienda descargar videos solo cuando hay Wifi.
  • Se calcula que más del 65 % de los habitantes del mundo tiene acceso a Internet, por eso tienen que empezar a surgir iniciativas que ayuden a bajar este impacto, aunque se hagan desde lo individual.
  • Supervisar el uso de las redes sociales por parte de los hijos niños y adolescentes para verificar que no están cayendo en las garras de delincuentes de todo tipo, y también que no están pasando un tiempo excesivo utilizándolas.

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