La muñequita sin rostro representa la dominicanidad
(Las imágenes tienen derecho de autor).
Nueva York: La muñequita sin rostro es una marca país que simboliza en el mundo entero la diversidad étnica que compone la raza dominicana. Constituye una verdadera obra maestra de la artesanía dominicana altamente demandada por turistas y dominicanos como uno de los mejores souvenirs mediante los que pueden representar la dominicanidad en el exterior a través de un arte elaborado regularmente a mano, como una verdadera representación de la cultura Quisqueyana.
La ausencia de rasgos faciales no es una casualidad en las muñequitas, endémicas del folklore del lejano poblado “El Higüerito”, de la provincia Espaillat, (Moca). La idea se fundamenta en que la raza dominicana es el producto de una mezcla racial muy diversa entre el aborigen, los negros africanos que llegaron a la isla hispaniola y los europeos, cuya amalgama racial no permite que el dominicano pueda ser identificado por su rostro como en el caso de los chinos, anglosajones o los peruanos, solo por mencionar algunas razas.
Es la representación de la belleza exuberante de la mujer rural dominicana. Generalmente llevan un traje típico, adornado con el colorido patrio, azul, rojo y blanco. Con un bouquet de flores en las manos y una rosa roja que adorna su cabellera rizada que cae sobre sus hombros impregnando una exótica belleza única, con un tinte en la piel que solo Dios pudo dibujar que va de la mano con el sentimiento nostálgico del “dominicano ausente”, tan ausente e inexistente como el mismo rostro de las muñequitas elaboradas a mano con barro de tierra adentro.
La muñequita sin rostro identifica las raíces de la alfarería dominicana que ha conquistado los lugares más recónditos del mundo. Es el testimonio vivo de que los aborígenes no se extinguieron, sino que evolucionaron a lo que hoy soy yo y a lo que eres tú, es la representación del africano que sembró con su sudor y sangre las plantaciones, representa la alegría de Dios al ver el color de los opresores confundirse en una mezcla “rara” con el de los oprimidos.