Marco Rubio es el funcionario más poderoso de la administración Trump

Para sus aliados, se trata de un político experimentado que ha logrado consolidar una posición única. Para sus críticos, representa la peligrosa fusión de política exterior, seguridad nacional y aparato burocrático en una sola persona, lo que pone en entredicho la independencia de las instituciones.
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Washington, DC: A los 54 años, Marco Rubio se ha convertido en la figura más influyente de la administración Trump, concentrando un poder que pocos funcionarios en la historia reciente de Estados Unidos han ostentado. Con la bendición del presidente, Rubio ocupa de manera simultánea los cargos de secretario de Estado, asesor de Seguridad Nacional en funciones, administrador interino de USAID y archivero nacional interino.

Este cúmulo de responsabilidades lo convierte, de facto, en el funcionario con más poder del gabinete, un rol que varios analistas comparan con la figura dominante que Henry Kissinger tuvo en la diplomacia estadounidense de los años setenta.
Rubio fue confirmado por el Senado como secretario de Estado el 21 de enero de 2025, apenas iniciada la actual administración. Pero en los meses siguientes acumuló responsabilidades adicionales. En mayo, asumió también como asesor de Seguridad Nacional en funciones, convirtiéndose en el primer político desde Kissinger en controlar simultáneamente la política exterior y la estrategia de seguridad nacional.

A esa doble función se sumaron los roles de administrador interino de la Agencia de Desarrollo Internacional (USAID) y de archivero nacional interino. Esto le da influencia no solo en la diplomacia y la seguridad, sino también en áreas tan dispares como la ayuda exterior, el control de documentos oficiales y la supervisión de información sensible.

Críticas y advertencias

La acumulación de cargos de Rubio ha generado un intenso debate en Washington. El Washington Post señaló que esta “concentración de funciones clave en una sola persona amenaza con desbalancear los mecanismos de control interno y limita los contrapesos necesarios en una democracia”.

El analista Max Stier, experto en gobernanza, advirtió que se trata de “una anomalía institucional que genera conflictos de interés y debilita la supervisión del poder ejecutivo”. Para los críticos, la situación no solo es inédita en tiempos recientes, sino también riesgosa para la transparencia gubernamental.

El Financial Times, por su parte, describió a Rubio como “el diplomático más dominante desde Kissinger”, aunque subrayó que su figura divide opiniones, porque mientras algunos lo ven como un operador eficaz y experimentado, otros lo consideran un engranaje de la radicalización del aparato de seguridad nacional bajo Trump.

Dentro de la administración, Rubio es visto como la voz más influyente en temas de seguridad, migración y política hacia América Latina. Su discurso ha sido clave en las decisiones más controvertidas de Trump. Desde la designación de bandas como el Tren de Aragua como organizaciones terroristas, hasta la aplicación de leyes centenarias como la Alien Enemies Act para justificar deportaciones sumarias.

Esa cercanía al presidente lo coloca en una posición privilegiada. Rubio no solo diseña la estrategia, también tiene acceso directo y constante al Despacho Oval, lo que le permite moldear la agenda internacional de Estados Unidos casi sin contrapesos internos.
Comparar a Rubio con Kissinger no es exagerado. Ambos concentraron en su momento la política exterior y de seguridad nacional. La diferencia es que Kissinger operaba en un contexto de Guerra Fría, mientras que Rubio lo hace en un escenario de tensiones migratorias, rivalidad con China, reconfiguración del Medio Oriente y un resurgimiento del discurso duro contra América Latina.

El reto, según expertos, es que una figura con tanto poder en la estructura de gobierno puede reforzar decisiones unilaterales, con menor debate y menor rendición de cuentas.
Hoy, Marco Rubio es, sin duda, el funcionario más poderoso de la administración Trump. Su influencia va mucho más allá de la diplomacia. Controla resortes estratégicos de seguridad, supervisa ayuda exterior y tiene en sus manos la gestión de información sensible.

Para sus aliados, se trata de un político experimentado que ha logrado consolidar una posición única. Para sus críticos, representa la peligrosa fusión de política exterior, seguridad nacional y aparato burocrático en una sola persona, lo que pone en entredicho la independencia de las instituciones.

Lo cierto es que, con cada semana que pasa, Rubio consolida su lugar como el hombre fuerte de Washington y el rostro más influyente de la administración Trump.

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