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Prostitutas mueren atrapadas en la telaraña de la mafia china en Roma

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Roma se despertaba hace unos días con una noticia atroz: tres prostitutas habían sido asesinadas en uno de sus barrios burgueses. Sin embargo, el crimen tardaría poco en revelar una cara especialmente cruel, pues dos de las víctimas eran chinas a las que nadie parecía conocer, dos “fantasmas” atrapados en la mafia china, tan extendida como discreta en la capital italiana.

Las tres mujeres aparecieron brutalmente asesinadas a cuchilladas en dos edificios del barrio de Prati y una fue inmediatamente identificada como Marta Castaño Torres, colombiana de 65 años, pero de las otras dos solo se sabía que eran chinas.

Los investigadores romanos tardaron casi una semana en esclarecer la identidad de estas dos mujeres: Yang Yun Xia, de 45 años y que en Italia se hacía llamar Sofia y Li Yan Rong de 55, alias Lia.

Una realidad dura e inadvertida

El crimen, perpetrado por un viejo conocido en la criminalidad de la ciudad, Giandavide De Pau, revelaba una realidad que a menudo pasa inadvertida, la de las cientos de mujeres chinas que acaban en el laberinto de la trata de personas, como fantasmas anónimos.

La china es una de las organizaciones criminales extranjeras que operan en Italia, como la albanesa, nigeriana o las suramericanas, pero uno de sus rasgos distintivos es que se nutre de explotar a sus propios connacionales, según un informe de la Dirección Nacional Antimafia.

Además cuenta con “una estructura jerárquica basada en relaciones familiares”, es “sustancialmente impermeable” con otros grupos y se enriquece con la extorsión, la falsificación de marcas o “la explotación de la prostitución“.

No obstante y “solo ocasionalmente se han detectado acuerdos con organizaciones italianas o pequeños consorcios multiétnicos”, sobre todo para la “gestión de la prostitución“, se explica en el informe.

Silencio en la ciudad eterna

Solo así se entiende que se hayan extendido en Roma y su región, Lacio, donde dominan un imperio inmobiliario con unos 400 apartamentos y entre 60 y 80 centros “de masajes” en los que se ofrecen servicios eróticos de manera subrepticia, estima el sociólogo Francesco Carchedi en una entrevista con EFE.

El autor del libro “Recluse in casa” sostiene que en la capital hay unas 1,200 chinas prostituyéndose de manera forzada y de las que poco o nada se sabe, con sus documentos retirados por sus anónimos “padrones”.

Su vida se circunscribe a alguno de los tres tipos de locales que los criminales gestionan: apartamentos privados anunciados en los periódicos o internet, centros de “masajes” donde se proponen las relaciones sexuales a los clientes más fieles o clubes nocturnos muy exclusivos reservados a chinos (o italianos previa invitación).

De hecho, si se llama a uno de los anuncios que salpican la prensa, casi siempre responde una centralita: “Esta forma de mensajería supone inversión, organización y una capacidad de gestión continuada”, alega Carchedi.

Sofia y Lia, o mejor, Yang Yun Xia y Li Yan Rong, fueron asesinadas en el apartamento donde recibían a sus clientes y tras aquella sangrienta noche con su verdugo -hasta arriba de droga- nadie fue a llorarlas ni a identificarlas.

Llama la atención que no eran precisamente dos muchachas. El sociólogo subraya que muchas de estas mujeres abandonan su tierra y viajan a Europa por la falta de trabajo o pensiones que garanticen una edad adulta digna.

Una prisión de falsas promesas

Así, pagan a mafias para que organicen su viaje, en este caso a Roma, donde nada más llegar se les retira el pasaporte, condenadas a “la clandestinidad más absoluta”, explica a EFE la presidenta de la cooperativa contra la trata de blancas BeeFree, Oria Gargano.

“No dejan que las chinas se prostituyan en las calles y así no las ves (…) Entran a vivir en apartamentos y locales y no salen prácticamente jamás, reducidas a la esclavitud”, afirma esta reconocida activista, que sostiene que tal es la impermeabilidad de estos grupos criminales que las mujeres “rara vez” mencionan su sufrimiento y mucho menos denuncian.

Su cooperativa, fundada en 2007, ha podido hablar solo con unas 50 prostitutas chinas, algunas de ellas recluidas en el centro de repatriaciones romano de Ponte Galeria, pero absolutamente ninguna se atrevió a emprender acciones legales contra sus explotadores.

Y esto , alega, se debe a que viven en el “terror”.

“Siempre fue muy difícil ayudarlas porque tienen tanto miedo que no acuden a nosotros”, lamenta.

Pese a esta “omertà”, el fenómeno de la criminalidad china es bien conocido por las autoridades, tal y como demuestra la precisión del informe de la Dirección Antimafia, si bien sigue siendo un problema escurridizo.

Precisamente la pasada semana, los agentes de los carabineros (policía militarizada) cerraron cuatro apartamentos en los que se explotaba a mujeres en la céntrica plaza Dante de Roma, en el barrio chino que rodea la estación de trenes de Termini.

Son auténticas mazmorras donde cada día se explota a mujeres indefensas, como las pobres víctimas de Prati, engullidas por un “agujero negro” -en palabras de Gargano- ignorado casi siempre por la opinión pública.

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