Qué busca preservar Hamas ante la posguerra y qué no cederá Israel en las negociaciones de El Cairo

La Casa Blanca y actores mediadores como Egipto han presentado un esquema interino diseñado para conciliar exigencias que va desde liberación total de rehenes, ceses del fuego modulables, retirada gradual israelí y gobernanza de Gaza confiada a una autoridad palestina no hamasista, con supervisión internacional.
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Washington, DC:  Con una danza diplomática que se mueve entre corredores herméticos, se perfila una nueva mesa de negociaciones para el domingo con Israel y Hamas como protagonistas centrales. Envuelto en incertidumbre, el tablero de esos diálogos apuntará al intercambio de rehenes, un cese del fuego condicionado y, sobre todo, al dilema clave, ¿podrá Hamas conservar estructura militar residual? ¿O Israel impondrá su desarme total y control absoluto posguerra?

Hamas ha ido dejando pistas calculadas que acepta trazar un marco de fin de guerra y retirada de fuerzas israelíes, pero rehúsa comprometerse públicamente con la entrega irrestricta de armas. En sus comunicados insiste en que mantendrá “el derecho a resistir la ocupación”, una fórmula que, en el terreno, permitiría conservar cuadros clandestinos o un mosaico armado bajo sombras. Aunque dice estar dispuesta a liberar rehenes, algunas voces del movimiento ya han advertido que cumplirlo todo en 72 horas sería “irrealista”, un mensaje destinado a marcar ritmos, no plazos absolutos.

Desde la perspectiva israelí, esa ambigüedad es inaceptable. Israel ha trazado líneas rojas claras sobre ningún papel para Hamas en el gobierno futuro de Gaza y una desmilitarización efectiva, con mecanismos que imposibiliten la recuperación militar del grupo. Israel estaría dispuesto a negociar liberaciones escalonadas y retiro parcial de fuerzas, pero vinculando todo a verificación rigurosa y control de seguridad prolongado. Ceder espacio de mando u armas renovables representa, para Jerusalén, una derrota estratégica.

La Casa Blanca y actores mediadores como Egipto han presentado un esquema interino diseñado para conciliar exigencias que va desde liberación total de rehenes, ceses del fuego modulables, retirada gradual israelí y gobernanza de Gaza confiada a una autoridad palestina no hamasista, con supervisión internacional. En ese diseño, Hamas cedería la administración civil, pero no necesariamente renunciaría a su músculo armado de forma inmediata. Trump ha expresado públicamente que “Hamas está lista para una paz duradera”, mientras condiciona los bombardeos a avances humanitarios y a la diligencia del grupo con los rehenes.

Para este domingo se espera que las conversaciones sean indirectas, bajo mediación egipcia en Sharm el-Sheij o El Cairo, con delegaciones de seguridad y políticas de ambas partes. La expectativa es que el primer punto en la agenda sea la liberación de rehenes, antes de avanzar hacia prisioneros palestinos, mapas de retirada y esquemas de cese del fuego. Pero más allá de la retórica, el terreno enfrentará realidades de logística en zonas difíciles, verificación de identidades, seguridad de convoyes. El ambicioso plazo de 72 horas para liberar cautivos se impone como objetivo simbólico, dependiente de detalles operativos que pueden demorar el proceso.

Hamas no ha demostrado intención de rendirse ni de desaparecer como fuerza armada. Bajo sus mensajes públicos permanece la metáfora del “derecho a resistir”, sin definir qué tanto mantendrá ese derecho en un escenario post acuerdo. Podría aceptar renunciar al gobierno, pero conservar influencia mediante redes sociales, estructuras comunitarias, comités locales o canales religiosos. Esa estrategia de “gobernanza parcial desde afuera” le permitiría retener una marca política sin el costo operativo directo del mando estatal.

Desde la lógica israelí, permitir que Hamas conserve control de armas o presencia furtiva equivaldría a plantarse una semilla de conflicto futuro. Por esa razón exige no solo retiro militar, sino mecanismos de control internacional, vigilancia fronteriza y capacidades permanentes de intervención durante un período de transición hasta que la fuerza de Hamas quede neutralizada. Si el acuerdo no especifica con detalle el desarme y su verificación, Israel mantiene su condición de arbitro de seguridad en Gaza de facto.

Egipto, por su parte, presiona fuerte para que Hamas acepte entregar armas y ceder el gobierno a autoridades neutrales respaldadas por actores regionales. Le conviene que las negociaciones prosperen antes de que el desgaste militar y humanitario limite las opciones. Qatar y Turquía actúan como canales de salvaguardia para que Hamas entre a la mesa con mandato suficiente para comprometer rehenes y mecanismos de seguridad.

Las rutas posibles son tres.

Primera, urgencia humanitaria, liberación rápida de rehenes y tregua provisional, aunque con diferencia de fuerza sin resolverse. Segunda,  estancamiento por el escollo del desarme; Hamas niega redactar cláusulas explícitas y el diálogo se paraliza, con liberaciones limitadas. Tercera, acuerdo interino con desarme progresivo, verificado por terceros, y administración de Gaza entregada a una autoridad sin Hamas, mientras se preservan garantías de control. Es un escenario promovido por mediadores, pero que requiere concesiones mutuas y aceptación explícita del desarme por parte de Hamas.

El domingo no promete una victoria clara para ninguna de las partes, sino la primera prueba del nuevo equilibrio. Si Hamas se niega a aceptar un lenguaje verificable de desarme, Israel estará justificado en mantener presencia de seguridad prolongada. Si, por otro lado, Israel insiste en condiciones drásticas, las negociaciones pueden quebrarse. En ese entrevero, la liberación de rehenes será el punto de arranque visible, pero el destino final de Gaza se definirá en los matices del poder, el control y la capacidad de imponer garantías, donde no se vislumbra la sobrevivencia de residuos de Hamas.

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