Segundo paciente con VIH curado en el mundo revela su identidad: “Quiero ser embajador de esperanza”
Luego de un año de conocerse su caso, la segunda persona del mundo en curarse del VIH decidió revelar su identidad y contar cómo la ciencia había logrado salvarlo de dos enfermedades.
Conocido hasta ahora como el “paciente de Londres”, Adam Castillejo, un venezolano de 40 años, dio una entrevista al New York Times y contó detalles sobre cómo un tratamiento contra el cáncer también acabó con el virus del sida.
“Quiero ser embajador de esperanza”, dijo Castillejo, que creció en Caracas.
“No quiero que la gente piense: ‘Oh, has sido elegido’. No, simplemente sucedió. Estaba en el lugar correcto, probablemente en el momento correcto, cuando sucedió», añadió.
Castillejo, quien lleva 30 meses sin rastros del VIH en su organismo, cuenta que se sometió a un trasplante de médula ósea para tratar un cáncer de sangre luego de someterse a quimioterapia a la par de su tratamiento antirretroviral.
Sin embargo, el linfoma etapa 4 que padecía no retrocedía, por lo cual los médicos se quedaron sin opciones, salvo el trasplante de médula, pero por su condición de seropositivo no pensaban que era candidato para un trasplante.
En esa situación, incluso evaluó someterse a la muerte asistida en Suiza, pero sus amigos lo ayudaron a conseguir ayuda y se pusieron en contacto con el Dr. Ian Gabriel, un experto en trasplantes de médula ósea en personas con VIH en Londres.
Castillejo recibió células madre de donantes portadores de una mutación genética rara que impide al VIH implantarse, el CCR5. De ese modo, pudo combatir el cáncer y convertirse en la segunda persona del mundo en presentar una cura funcional del VIH: el virus no está en su cuerpo después de 30 meses sin tratamiento.
Hasta el 2019, solo una persona en el mundo se había curado del VIH. Se trata del “paciente de Berlín”, el estadounidense Timothy Ray Brown considerado curado en 2011, que como Castillejo se sometió a un trasplante de médula ósea para tratar un cáncer de sangre.
Fuente: El Comercio
