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Colegas líderes, hoy es la cuarta vez que tengo el gran honor de dirigirme a esta asamblea como Presidente de los Estados Unidos. Será mi última vez.
He sido testigo de un notable transcurso de la historia. Fui elegido por primera vez para un cargo en los Estados Unidos de América como senador en 1972. Ahora bien, sé que aparento tener sólo 40 años. Lo sé. (Risas).
Tenía 29 años. Por aquel entonces, vivíamos un punto de inflexión, un momento de tensión e incertidumbre. El mundo estaba dividido por la Guerra Fría. Oriente Medio se encaminaba hacia la guerra. Estados Unidos estaba en guerra en Vietnam, en aquel momento, la guerra más larga de la historia de Estados Unidos.
Nuestro país estaba dividido y molesto, y había dudas sobre nuestro poder y nuestro futuro. Pero incluso entonces, entré en la vida pública no por desesperación, sino por optimismo.
Estados Unidos y el mundo superaron ese momento. No fue fácil, ni sencillo, ni estuvo exento de importantes contratiempos. Pero luego reduciríamos la amenaza de las armas nucleares mediante el control de armamentos y pondríamos fin a la Guerra Fría. Israel y Egipto entraron en guerra, pero luego forjaron una paz histórica. Pusimos fin a la guerra de Vietnam.
El año pasado, en Hanoi, me reuní con los líderes vietnamitas y elevamos nuestra asociación al más alto nivel. Es un testimonio de la resiliencia del espíritu humano y de la capacidad de reconciliación que hoy Estados Unidos y Vietnam sean socios y amigos, y es una prueba de que incluso desde los horrores de la guerra hay un camino hacia delante. Las cosas pueden mejorar.
Nunca debemos olvidar eso. Lo he visto a lo largo de mi carrera.
En la década de 1980, me pronuncié contra el apartheid en Sudáfrica, y luego vi caer el régimen racista.
En la década de 1990, trabajé para que Milošević rindiera cuentas por crímenes de guerra. Rindió cuentas.
En mi país, redacté y aprobé la Ley sobre Violencia contra las Mujeres para acabar con la lacra de la violencia contra las mujeres y las niñas, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, como muchos de ustedes han hecho también. Pero nos queda mucho por hacer, especialmente contra la violación y la violencia sexual como armas de guerra y terror.
Al Qaeda y Osama bin Laden nos atacaron el 11 de septiembre. Hicimos justicia.
Llegué a la presidencia en otro momento de crisis e incertidumbre. Pensaba que Estados Unidos tenía que mirar hacia delante. Teníamos ante nosotros nuevos desafíos, nuevas amenazas, nuevas oportunidades. Teníamos que ponernos en condiciones de ver las amenazas, afrontar los desafíos y aprovechar también las oportunidades.
Necesitábamos poner fin a la era de guerra que comenzó el 11S. Como vicepresidente durante la presidencia de Obama, me pidió que trabajara para poner fin a las operaciones militares en Iraq. Y lo hicimos, aunque fue doloroso.
Cuando llegué a la presidencia, Afganistán había sustituido a Vietnam como la guerra más larga de Estados Unidos. Estaba decidido a ponerle fin, y lo hice. Fue una decisión difícil, pero la decisión correcta.
Cuatro presidentes estadounidenses se habían enfrentado a esa decisión, pero estaba decidido a no dejársela al quinto. Fue una decisión acompañada de tragedia. Trece valientes estadounidenses perdieron la vida junto a cientos de afganos en un atentado suicida. Pienso en esas vidas que perdimos, pienso en ellos todos los días.
Pienso en las 2.461 muertes de militares estadounidenses durante los largos 20 años de esa guerra. En los 20.744 militares estadounidenses heridos en combate. Pienso en su servicio, su sacrificio y su heroísmo.
Sé que otros países perdieron a sus propios hombres y mujeres luchando junto a nosotros. También rendimos homenaje a sus sacrificios.
Para afrontar el futuro, también estaba decidido a reconstruir las alianzas y asociaciones de mi país a un nivel nunca visto. Y así lo hicimos, desde las alianzas tradicionales hasta nuevas asociaciones como el grupo “Quad” con Estados Unidos, Japón, Australia y la India.
Sé… sé que muchos miran al mundo de hoy y ven dificultades y reaccionan con desesperación, pero yo no. No lo haré.
Como líderes, no podemos permitirnos ese lujo.
Reconozco los desafíos desde Ucrania a Gaza, pasando por Sudán y más allá: guerra, hambre, terrorismo, brutalidad, desplazamientos récord de personas, una crisis climática, la democracia en peligro, tensiones en el seno de nuestras sociedades, la promesa de la inteligencia artificial y sus importantes riesgos. La lista continúa.
Pero quizá por todo lo que he visto y todo lo que hemos hecho juntos durante décadas, tengo esperanza. Sé que hay un camino hacia delante.
En 1919, el poeta irlandés William Butler Yeats describió un mundo, y cito textualmente, en el que «Todo se desploma; el centro no resiste; la anarquía pura se desata sobre el mundo», fin de la cita.
Algunos dirán que esas palabras describen el mundo no sólo en 1919, sino también en 2024. Pero yo veo una distinción crítica.
En nuestra época, el centro ha aguantado. Líderes y personas de todas las regiones y de todo el espectro político se han mantenido unidos. Pasamos página: pasamos página de la peor pandemia en un siglo. Nos aseguramos de que COVID dejara de controlar nuestras vidas. Defendimos la Carta de las Naciones Unidas y garantizamos la supervivencia de Ucrania como país libre. Mi país realizó la mayor inversión en clima y energías limpias de toda la historia.
Siempre habrá fuerzas que separen a nuestros países y al mundo: la agresión, el extremismo, el caos y el cinismo, el deseo de retirarse del mundo e ir por su cuenta.
Nuestra tarea, nuestra prueba, es asegurarnos de que las fuerzas que nos mantienen unidos sean más fuertes que las que nos separan, que los principios de asociación que hemos venido a defender aquí cada año puedan resistir los desafíos, que el centro resista una vez más.
Colegas líderes, creo sinceramente que nos encontramos en otro punto de inflexión de la historia mundial en el que las decisiones que tomemos hoy determinarán nuestro futuro en las próximas décadas.
¿Respetaremos los principios que nos unen? Nos mantenemos firmes contra la agresión. ¿Pondremos fin a los conflictos actuales? ¿Afrontaremos desafíos mundiales como el cambio climático, el hambre y las enfermedades? ¿Planificaremos ahora para las oportunidades y los riesgos de unas nuevas tecnologías revolucionarias?
Hoy quiero hablar de cada una de esas decisiones y de las medidas que, desde mi punto de vista, debemos tomar.
Para empezar, cada uno de los miembros de este órgano se ha comprometido con los principios de la Carta de las Naciones Unidas a oponerse a la agresión. Cuando Rusia invadió Ucrania, podríamos habernos quedado de brazos cruzados y limitarnos a protestar. Pero la vicepresidenta Harris y yo comprendimos que eso era un ataque a todo lo que se supone que esta institución representa.
Y así, bajo mi dirección, Estados Unidos se interpuso en la brecha, proporcionando seguridad masiva y asistencia económica y humanitaria. Nuestros aliados de la OTAN y nuestros socios de más de 50 países también los defendieron. Pero lo más importante es que el pueblo ucraniano se puso en pie. Y hago un llamado a los miembros de esta Cámara a que los defiendan.
La buena noticia es que la guerra de Putin ha fracasado en su objetivo principal. Se propuso destruir Ucrania, pero Ucrania sigue siendo libre. Se propuso debilitar a la OTAN, pero la OTAN es más grande, más fuerte y está más unida que nunca, con dos nuevos miembros, Finlandia y Suecia. Pero no podemos cejar en nuestro empeño.
Ahora el mundo tiene que tomar otra decisión: ¿Mantendremos nuestro apoyo para ayudar a Ucrania a ganar esta guerra y preservar su libertad o nos alejaremos y dejaremos que se renueve la agresión y se destruya una nación?
Conozco mi respuesta. No podemos cansarnos. No podemos mirar hacia otro lado. Y no cejaremos en nuestro apoyo a Ucrania, no hasta que Ucrania consiga una paz justa y duradera [basada] en la Carta de las Naciones Unidas. (Aplausos).
También debemos mantener nuestros principios mientras tratamos de gestionar responsablemente la competencia con China para que no derive en conflicto. Estamos dispuestos a cooperar en los desafíos urgentes por el bien de nuestro pueblo y de los pueblos de todo el mundo.
Recientemente hemos reanudado la cooperación con China para detener la circulación de narcóticos sintéticos mortales. Agradezco esta colaboración. Es importante para la población de mi país y para muchos otros en todo el mundo.
En cuestiones de convicción, Estados Unidos no tiene reparos en oponerse a la competencia económica desleal y a la coerción militar de otras naciones en el mar de la China Meridional, en mantener la paz y la estabilidad a través del estrecho de Taiwán, en proteger nuestras tecnologías más avanzadas para que no puedan ser utilizadas contra nosotros ni contra ninguno de nuestros socios.
Al mismo tiempo, vamos a seguir reforzando nuestra red de alianzas y asociaciones en todo el Indopacífico. Estas asociaciones no son contra ninguna nación. Son los cimientos de un Indopacífico libre, abierto, seguro y pacífico.
También estamos trabajando para lograr un mayor grado de paz y estabilidad en Oriente Medio. El mundo no debe acobardarse ante los horrores del 7 de octubre. Cualquier país, cualquiera, tendría el derecho y la responsabilidad de garantizar que un ataque así no pueda volver a repetirse.
Miles de terroristas armados de Hamás invadieron un Estado soberano, masacrando y asesinando a más de 1.200 personas, entre ellas 46 estadounidenses, en sus casas y en un festival musical; actos despreciables de violencia sexual; 250 inocentes tomados como rehenes.
Me he reunido con las familias de esos rehenes. He sufrido con ellos. Están pasando por un infierno.
Civiles inocentes en Gaza también están viviendo un infierno. Miles y miles de muertos, incluidos trabajadores humanitarios. Demasiadas familias desalojadas, hacinadas en tiendas de campaña, enfrentadas a una situación humanitaria calamitosa. Ellos no pidieron esta guerra que empezó Hamás.
Propuse con Catar y Egipto un alto el fuego y un acuerdo sobre los rehenes. Ha sido respaldado por el Consejo de Seguridad de la ONU. Ahora es el momento de que las partes ultimen sus términos, devuelvan a los rehenes a sus hogares, garanticen la seguridad de Israel y liberen a Gaza de las garras de Hamás, alivien el sufrimiento en Gaza y pongan fin a esta guerra.
El 7 de octubre, (aplausos), desde el 7 de octubre, también hemos estado decididos a impedir una guerra más amplia que envuelva a toda la región. Hezbolá, sin provocación alguna, se sumó al ataque del 7 de octubre lanzando cohetes contra Israel. Casi un año después, demasiadas personas a ambos lados de la frontera entre Israel y Líbano siguen desplazadas.
Una guerra a plena escala no interesa a nadie. Aunque la situación se haya agravado, todavía es posible una solución diplomática. De hecho, sigue siendo el único camino hacia una seguridad duradera que permita a los residentes de ambos países regresar a sus hogares en la frontera de forma segura. Y eso es lo que funciona, eso es lo que estamos trabajando incansablemente para conseguir.
De cara al futuro, también debemos abordar el aumento de la violencia contra palestinos inocentes en Cisjordania y establecer las condiciones para un futuro mejor, incluida una solución de dos Estados, donde el mundo, donde Israel tenga seguridad y paz y pleno reconocimiento y relaciones normalizadas con todos sus vecinos, donde los palestinos vivan con seguridad, dignidad y autodeterminación en un Estado propio. (Aplausos).
Los avances hacia la paz nos situarán en una posición más fuerte para hacer frente a la amenaza permanente que representa Irán. Juntos, debemos negar el oxígeno a los terroristas, a sus apoderados terroristas, que han pedido más “7 de octubre”, y garantizar que Irán nunca jamás obtenga un arma nuclear.
Gaza no es el único conflicto que merece nuestra indignación. En Sudán, una sangrienta guerra civil desencadenó una de las peores crisis humanitarias del mundo: ocho millones, ocho millones al borde de la hambruna, cientos de miles ya allí, atrocidades en Darfur y en otros lugares.
Estados Unidos ha liderado el mundo en el suministro de asistencia humanitaria a Sudán. Y con nuestros socios, hemos liderado conversaciones diplomáticas para intentar silenciar las armas y… y evitar una hambruna mayor. El mundo tiene que dejar de armar a los generales, hablar con una sola voz y decirles: Dejen de destruir su país. Dejen de bloquear la ayuda al pueblo sudanés. Pongan fin a esta guerra ahora. (Aplausos).
Pero la gente necesita algo más que la ausencia de guerra. Necesitan la oportunidad, la oportunidad de vivir con dignidad. Necesitan que se les proteja de los estragos del cambio climático, el hambre y las enfermedades.
Nuestra administración ha… ha invertido más de 150.000 millones de dólares para avanzar y en otros Objetivos de Desarrollo Sostenible. Incluidos 20.000 millones de dólares para seguridad alimentaria y más de 50.000 millones para salud mundial. Hemos movilizado miles de millones más en inversiones del sector privado.
Hemos adoptado las medidas climáticas más ambiciosas de la historia. Nos volvimos a sumar al Acuerdo de París el primer día. Y hoy, por fin, mi país está en vías de reducir las emisiones a la mitad para 2030, en vías de cumplir mi promesa de cuadruplicar la financiación climática para los países en desarrollo con 11.000 millones de dólares en lo que va de año.
Hemos vuelto a unirnos a la Organización Mundial de la Salud y hemos donado casi 700 millones de dosis de la vacuna de COVID a 117 países. Ahora debemos actuar con rapidez para hacer frente al brote de viruela en África. Estamos dispuestos a aportar 500 millones de dólares para ayudar a los países africanos a prevenir y responder a la viruela y a donar 1 millón de dosis de vacuna contra la viruela ahora. (Aplausos). Hacemos un llamado a nuestros socios a que igualen nuestra promesa y hagan de esto un compromiso de mil millones de dólares para los pueblos de África.
Más allá de las necesidades básicas de alimentación y salud, Estados Unidos, el G7 y nuestros socios se han embarcado en una ambiciosa iniciativa para movilizar y proporcionar una financiación significativa para el mundo en desarrollo. Trabajamos para ayudar a los países a construir sus infraestructuras, a realizar una transición energética limpia y a su transformación digital para sentar nuevas bases económicas para un futuro próspero.
Se llama Asociación para la Infraestructura e Inversión Mundiales. Ya hemos empezado a ver los frutos de esta agrupación en el sur de África y en el sureste de…. Asia y en las Américas. Tenemos que continuar avanzando.
Quiero hacer las cosas juntos. Para ello, debemos construir unas Naciones Unidas más fuertes, más eficaces y más inclusivas. La ONU necesita adaptarse para incorporar nuevas voces y nuevas perspectivas. Por eso apoyamos la reforma y la ampliación del número de miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. (Aplausos).
Mi embajadora en la ONU acaba de exponer nuestra visión detallada para reflejar el mundo de hoy, no el de ayer. Es hora de avanzar.
Y el Consejo de Seguridad, como la propia ONU, tiene que volver a su trabajo de hacer la paz; de negociar acuerdos para acabar con las guerras y el sufrimiento; de… (aplausos) y detener la propagación de las armas más peligrosas; estabilizar las regiones con problemas en África Oriental, desde África Oriental hasta Haití, a la misión liderada por Kenia que está trabajando junto al pueblo haitiano para cambiar la situación.
También tenemos la responsabilidad de preparar a nuestros ciudadanos para el futuro. Considero que en los próximos 2 a 10 años veremos más cambios tecnológicos que en los últimos 50 años.
La inteligencia artificial va a cambiar nuestras formas de vida, de trabajo y de guerra. Podría marcar el comienzo de un progreso científico a un ritmo nunca visto. Y gran parte de ello podría mejorar nuestras vidas.
Pero la IA también conlleva profundos riesgos, desde las ultrafalsedades a la desinformación, pasando por los nuevos patógenos y las armas biológicas.
Hemos trabajado dentro y fuera de nuestras fronteras para definir las nuevas normas y estándares. Este año hemos logrado la primera resolución de la Asamblea General sobre IA para empezar a desarrollar normas globales, normas mundiales a seguir. También anunciamos una declaración de… sobre el uso responsable…responsable de la IA, a la que se unieron 60 países en esta cámara.
Pero seamos sinceros. Esto es sólo la cima del iceberg de lo que tenemos que hacer para gestionar esta nueva tecnología.
Nada es certero sobre la manera en que la IA evolucionará o cómo ha de ser desplegada. Nadie conoce todas las respuestas.
Pero mis colegas líderes, es con humildad que ofrezco dos preguntas.
Primero, ¿cómo procedemos nosotros como comunidad internacional para gobernar la IA? A medida que los países y compañías se enfrentan a fronteras inciertas, necesitamos un esfuerzo igualmente urgente para asegurar la salvedad, la seguridad y la confiabilidad de la IA. A medida que la IA se hace más poderosa también debe aumentar, también debe hacerse más responsable ante nuestras necesidades y valores colectivos. Los beneficios de todos deben ser compartidos equitativamente. Debe ser gestionada para reducir y no para profundizar las divisiones digitales.
Segundo: ¿nos aseguraremos de que la IA apoye, en lugar de que socave, los principios básicos de que la vida humana tiene valor y que todos los humanos merecen la dignidad? Debemos asegurarnos de que las posibilidades asombrosas de la IA sean utilizadas para elevar y empoderar a las poblaciones generales y no para que los dictadores tengan grilletes más potentes sobre los humanos, sobre el espíritu humano.
En los años venideros habrá… puede que haya… no habrá prueba más grande para nuestro liderazgo que la manera en cómo tratamos la IA.
Permítanme acabar con esto. Incluso cuando navegamos ante tantos cambios, algo no debe cambiar: nunca podemos olvidar a quienes estamos representando aquí.
“Nosotros el Pueblo”. Estas son las primeras palabras de nuestra Constitución, la idea misma de Estados Unidos. Y también inspiraron las palabras de apertura de la Carta de la ONU.
He hecho de la preservación de la democracia la causa central de mi presidencia.
Este verano enfrenté la decisión de perseguir o no un segundo mandato como presidente. Fue una decisión difícil. Ser presidente ha sido el honor de mi vida. Hay mucho más que quiero lograr. Pero a pesar de que amo tanto este trabajo, amo a mi país mucho más. Decidí, luego de 50 años de servicio público, que es el momento para una nueva generación de líderes que hagan avanzar a mi país.
Mis colegas líderes, nunca olvidemos que algunas cosas son más importantes que estar en el poder. Es su pueblo (aplausos) es su pueblo, lo que más importa.
Nunca olviden que estamos aquí para servir al pueblo, no hay otra manera de verlo. Porque el futuro será, el futuro será ganado por aquellos que liberen el potencial pleno de su pueblo para que respiren libres, para pensar libremente, para innovar, para educar, para vivir y amar abiertamente sin temor.
Esa es el alma de la democracia. No pertenece a un único país.
He visto esto en todo el mundo, en los valientes hombres y mujeres que acabaron con el apartheid, que derribaron el muro de Berlín, que hoy combaten por la libertad, la justicia y la dignidad.
Observamos ese anhelo universal por los derechos y libertades en Venezuela, donde millones votaron por el cambio, y no se les ha reconocido. Pero no se puede negar, el mundo conoce la verdad.
Lo vimos en los activistas LBGT [LGBT] de Uganda exigiendo seguridad y el reconocimiento de su humanidad común.
Lo vemos en los ciudadanos de todo el mundo que eligen su futuro pacíficamente: desde Ghana, a la India y Corea del Sur, naciones que representan a un cuarto de la humanidad que en este año celebrarán elecciones.
Es de destacar el poder de “Nosotros el Pueblo”, lo que me hace sentir más optimista que nunca sobre el futuro desde que fui elegido al Senado de Estados Unidos por primera vez en 1972.
Cada era enfrenta sus desafíos. Lo vi siendo un hombre joven. Lo veo ahora.
Pero somos más fuertes de lo que suponemos. Somos más fuertes juntos que solos. Y aquello que la gente considera “imposible” es apenas una ilusión.
Nelson Mandela nos enseñó, y cito “siempre parece imposible hasta que se hace”. “Siempre parece imposible hasta que se hace”.
Mis colegas líderes, no hay nada que esté lejos de nuestra capacidad si trabajamos juntos. Trabajemos juntos.
Que Dios les bendiga a todos. Y que Dios proteja a todos aquellos que buscan la paz.