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La ultraderechista Giorgia Meloni gana elecciones con el 44,5%, con más del 90% de los distritos escrutados en Italia

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Italia ha votado en unas elecciones que tendrán una enorme trascendencia europea. El previsible triunfo de la ultraderecha se abre paso en los comicios con menos participación de la historia de la democracia, con casi un 64% de votantes del total del censo, nueve puntos menos que en 2018. En el Senado, con el 94% de los distritos escrutados, el partido ultraderechista Hermanos de Italia, de la romana Giorgia Meloni, alcanza el 26,3% de los votos. Meloni, que ha comparecido para evaluar el resultado de las elecciones, ha celebrado la victoria de su partido. “No somos un punto de llegada, sino de partida. (…) Italia nos ha elegido y no la traicionaremos”, ha afirmado la líder del partido ultra. En conjunto, la coalición de derechas (con HdI, la Liga de Matteo Salvini y Forza Italia, de Silvio Berlusconi) suma el 44,4% de los votos. Pero es sobre todo por el tirón de Hermanos de Italia frente al desplome de los otros dos partidos de la coalición, en ambos casos por debajo del 10% de apoyos. El Partido Democrático queda hasta el momento como el segundo más votado, con un 19,1%. La coalición que encabeza el partido de Enrico Letta suma un 26,2% del total. El Movimiento Cinco Estrellas llega al 15,2%.

Giorgia Meloni: de loar a Mussolini, a vencer en Italia

El primer recuerdo de Giorgia Meloni (Roma, 45 años) es el fuego. Las llamas de su casa cuando la incendió por accidente jugando a las muñecas con su hermana. Luego está el agua. Demasiada. El mar llegándole al cuello con solo tres años. Su padre, que tiempo más tarde la abandonaría y se marcharía a las islas Canarias, la había dejado en una barca con una canguro que no sabía nadar. Desde entonces, cuenta en su biografía la líder de Hermanos de Italia, no ha parado de ir a cursos de natación e inmersión. “Estoy llena de miedos. Por eso me impongo vencerlos”. Miedo: el suyo y el que genera. Pero también victoria. Ideas que, de algún modo, configurarían años más tarde el modo radical de entender la política de la dirigente ultraderechista, cuyo partido ha ganado las elecciones italianas este domingo, según los sondeos.

Hasta este triunfo, la política romana ha ido construyendo un molde cada vez más sólido e ideológico. Ha tomado importantes decisiones en estos últimos cinco años. En dos ocasiones se abstuvo de entrar en Ejecutivos a los que había sido invitada. Primero al que formó el Movimiento 5 Estrellas (M5S) con La Liga. Fue un caos. Acertó. Luego también evitó entrar en el que conformaron hace año y medio todos los partidos menos ella. Hermanos de Italia es el único que no ha pisado la moqueta del Palacio Chigi. Y en parte por eso, hoy su formación puede hacerse con entre un 22% y un 26% de los votos, unos 20 puntos más que en las elecciones de 2018. Una subida prácticamente idéntica a la caída de La Liga de Matteo Salvini, uno de sus socios de coalición, a los que los sondeos dan un escaso 10%.

Mario Draghi ha sido un formidable primer ministro, casi a la altura de sí mismo. Recibió un país en bancarrota de imagen, en subasta política y en sempiterno declive económico. Lo ha dejado en una referencia de gestión excelente… presto para volver a las andadas.

Donde el estancamiento económico se hizo epidémico desde inicios de siglo, logró que el PIB creciera al ritmo del 3,4%, de lo más destacado entre los países del G-7. Donde su credibilidad europea rozaba el cero, gestionó el inicio de los fondos Next Generation con eficacia, cumpliendo el grueso de proyectos y reformas pactados con Bruselas. Donde la banca amenazaba quiebra y Alitalia residualizarse, aseguró su (espinosa) supervivencia. Devolvió a su país a la mesa camilla de los grandes. Empeñó en ello su gran prestigio personal.

Pero por debajo de esos milagros instantáneos, la república transalpina sigue siendo un enfermo de Europa. Aquejado por el asma, ese elegante aunque muy fastidioso tropiezo al respirar que te conduce a las montañas suizas si eres Thomas Mann o un preboste judío huido de las camisas pardas… o negras.

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